Por
  • Víctor Orcástegui

El presidente y el estudiante de Secundaria

El presidente Macron se fotografía con un grupo de jóvenes en el 78 aniversario del Llamamiento
El presidente Macron se fotografía con un grupo de jóvenes en el 78 aniversario del Llamamiento
Charles Platiau

En el monte Valérien, a pocos kilómetros de París, los nazis ejecutaron a varios grupos de la resistencia francesa en distintos momentos de la Segunda Guerra Mundial. Allí, ante un monumento erigido en 1960, el Memorial de la Francia Combatiente, se conmemora cada 18 de junio el aniversario del famosísimo discurso que el general De Gaulle dirigió a los franceses en 1940, desde Londres y a través de la radio, después de la derrota, la ocupación y la rendición del país. La frase «Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra» fue la señal para iniciar la resistencia y ha quedado grabada en molde para la historia. Un lugar ‘sagrado’ para los franceses; o, al menos, para muchos de ellos.

El pasado lunes, después de la ceremonia en el monte Valérien, que incluye, claro está, la interpretación del himno nacional, el presidente de la República, Emmanuel Macron, se acercó al público. Debió de sorprenderle entonces desagradablemente oír que un jovenzano, en un acto de afirmación patriótica y de unidad como aquel y al poco de haber sonado ‘La Marsellesa’, entonase el comienzo de ‘La Internacional’. Pero lo que tuvo que saberle ya a cuerno quemado fue que el muchacho, estudiante de Secundaria, según se supo después, se dirigiese a él de manera desenfadada diciéndole «¿Qué tal, Manu?».

A Macron no le gusta que nadie se tome confianzas indebidas, impropias para la institución a la que representa. Así que esas palabras le sonaron como una inadmisible falta de respeto. Y al joven le cayó encima una bronca en toda regla, una lección de buenos modales impartida, cara a cara, por la más alta magistratura de la nación. «¡A mí me llamas señor presidente!», lo reprendió Macron. «Y si algún día quieres hacer la revolución, aprende primero a obtener un título y a mantenerte a ti mismo».

Macron quiere reforzar la dignidad de su cargo, como un camino para devolver autoridad a las instituciones y frenar el desprestigio de la política. Pero no pocos ciudadanos consideran que se excede y que a veces pretende rodearse de una pompa y una deferencia más propias de los monarcas absolutos de otros tiempos. Ya anunció en su toma de posesión, hace poco más de un año, que su presidencia sería «jupiterina». Y al poco, congregó a diputados y senadores en el mismísimo palacio de Versalles, como si fuera un Luis XIV, para dirigirles un discurso programático.

El prurito del presidente francés frente al descaro del estudiante resultará chocante en España, donde viene siendo triste ‘ley’ que a los políticos se les puede decir de todo y se tienen que aguantar; e incluso se permite que un cargo público haga desplantes e insulte al Jefe del Estado. Pero el incidente también ha suscitado críticas en Francia. Sobre todo, porque el vídeo que lo recoge apareció de inmediato colgado en la cuenta de Twitter de Macron (¡malditas benditas redes sociales!). Al parecer, el joven lo está pasando mal y los compañeros de instituto le toman el pelo. Pero ¿quién sabe? Quizás cuando pase el tiempo y reflexione caerá en la cuenta de que, ese día, aprendió algo que merece la pena no olvidar.

Macron reprendió abruptamente a un estudiante que quería tomarse confianzas; y tal vez se excedió, sobre todo al difundir las imágenes, pero la dignidad de las instituciones políticas democráticas requiere un trato respetuoso a quienes las representan