Guatemala dicta hasta 58 años de cárcel a cuatro militares por una desaparición forzada

El 6 de octubre de 1981, dos sujetos armados entraron a la fuerza en una vivienda y se llevaron a un menor de 14 años.

Momento en el que el juez lee el veredicto que impone penas de hasta 58 años de cárcel a cuatro militares retirados.
Guatemala dicta hasta 58 años de cárcel a cuatro militares por una desaparición forzada
Afp

Un Tribunal de Guatemala decidió este miércoles condenar a penas de entre 33 y 58 años de cárcel a cuatro militares retirados por la desaparición forzada de un menor de 14 años durante la guerra y la violación reiterada de su hermana.

El titular del Tribunal de Mayor Riesgo C, Pablo Xitumul, leyó la sentencia tras más de 12 horas de retraso sobre la fecha prevista e impuso 58 años de prisión a los oficiales retirados del ejército, el general Manuel Benedicto Lucas García, el máximo oficial de inteligencia Hugo Ramiro Zaldaña y el también general Manuel Antonio Callejas y 33 para el coronel Francisco Gordillo.

En cambio, Edilberto Letona fue absuelto en esta causa que empezó a juzgarse el pasado 1 de marzo para revivir uno de los episodios más lúgubres: la desaparición forzada del joven de 14 años Marco Antonio Molina Theissen y las violaciones reiteradas a su hermana Emma Guadalupe hace casi 37 años.

Después de que acusados, querellantes y público pasaran toda la noche en la sala, el Tribunal, por "unanimidad", declaró a Zaldaña, Gordillo, Callejas y Lucas culpables de delitos de lesa humanidad (25 años) y también de violación agravada (8 años).

También dictó para Zaldaña, Callejas y Lucas, quien asistió por videoconferencia debido a una operación que le realizaron recientemente, otros 25 años en un fallo que aún tiene que quedar en firme.

Durante la lectura, el juez, que admitió la "magnitud del caso", hizo especial hincapié en el cumplimiento de los convenios nacionales e internacionales, de la responsabilidad del Estado en la observación de las garantías básicas de la población y en la obligación de los servidores públicos de actuar respetando los derechos humanos.

"Esto ofende a todos los seres humanos por lo que no debe quedar en la impunidad", dijo el juez, quien criticó que la defensa y los militares acusados intentarán argumentar que en Guatemala no hubo guerra interna, un razonamiento "insostenible", pues se involucró a la población civil para luego "atacarla sin misericordia, como lo hicieron".

Lucas García perteneció al Estado Mayor del Ejército entre 1981 y 1982; Callejas fue exjefe de Inteligencia Militar, Zaldaña era el exsecretario de inteligencia del Estado Mayor del Ejército y los coroneles Francisco Luis Gordillo Martínez y Edilberto Letona Linares fueron comandante y subcomandante de la base donde estuvo secuestrada Emma Guadalupe.

Era el 6 de octubre de 1981 cuando Marco Antonio, en ese entonces de 14 años, estaba en su casa con su madre y dos sujetos armados entraron a la fuerza para llevarse al niño. Lo ataron con grilletes, lo metieron en un costal y luego lo introdujeron en la parte trasera de un vehículo con placas oficiales.

Esta era la última vez que Emma, perteneciente a una familia considerada "subversiva" por sus críticas al Gobierno, vería a su hijo, pero no era la primera vez que sufría los embates de la guerra que por 36 años (1960-1996) desangró al país.

Una semana antes, la hermana de Marco Antonio, Emma Guadalupue -militante de la Juventud Patriótica del Trabajo- fue detenida y retenida durante nueve días en la base militar de Quetzaltenango, donde fue golpeada, interrogada y torturada, además de sufrir múltiples violaciones sexuales.

Emma Guadalupue escapó, pero unos días después, por su huida y debido a que no la encontraron en casa, se llevaron a Marco Antonio, un caso que ve por fin la luz más de 20 años después de la firma de la paz, cuando aún hay miles de familias que siguen buscando la verdad, dijo la experta en justicia transicional Jo-Marie Burt.

La familia estuvo presente en la sala, esperando la sentencia, tras la cual no hicieron declaraciones pero sí se fundieron en un abrazo.

Con ellos y con decenas de medios de comunicación nacionales e internacionales pasaron casi 16 horas, hablando, riendo y algunos hasta hicieron ejercicios de gimnasia y estiramientos para pasar unas horas que se hicieron eternas en ambas partes, entre los querellantes y los acusados.

El más feliz tras terminar esta maratoniana sesión fue Letona, que aunque no hizo declaraciones a la prensa sí se mostró sonriente y jovial, sobre todo con sus familiares.

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