Un tuit de Trump

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump
Efe

Con su habitual brusquedad, Trump fulminó al secretario de Estado Tillerson –ya exsecretario– mediante un tuit. Al menos Franco –que tampoco era ejemplo de gobernantes– le mandaba al ministro un motorista con un recado para comunicarle su destitución. Trump hace público el relevo sin ni siquiera anunciárselo antes al interesado. ¡Y para qué gastar papel! Trump ha encontrado en Twitter un sustituto ideal de las ruedas de prensa que le permite pasar por encima de esos odiosos periodistas que tanto le amargan los desayunos. No parece, de todas formas, que la caída de Tillerson haya provocado lágrimas en el Departamento de Estado, donde un año de trumpismo ha desmoralizado a los profesionales de la diplomacia, obligados a defender posiciones que muchos consideran contrarias a los intereses de su país, y ha provocado no pocas deserciones. Un drama para la política exterior estadounidense, que necesita experiencia, talento e ideas claras. Y un drama para la estabilidad internacional, que necesita la presencia eficaz de la gran potencia democrática. Nadie llorará a Tillerson, pero su sustitución por Pompeo no va a mejorar los ánimos en el cuerpo diplomático.