Un genio en el salón

Stephen Hawking
Stephen Hawking
Ramón de la Rocha

Al despertar aquel 14 de marzo, día internacional del número pi, el niño se abalanzó desconsolado hacia los brazos de su madre. "¿Es cierto que ha fallecido Stephen Hawking?", preguntó mientras las lágrimas se precipitaban por su rostro. ¿Cómo es posible que la muerte de alguien tan lejano le causara tal impacto emocional?

La respuesta es sencilla: Hawking fue uno de los pocos, si no el único, físicos teóricos capaces de hacerse un hueco en el sofá del salón familiar. Puede que fuera uno de tantos en lo suyo, como algunos aseguran, pero hay que ser un genio para conseguir que un adolescente de nuestro tiempo despegue la nariz del ‘smartphone’ y se interese por la temperatura de los agujeros negros del espacio. No es fácil captar la atención (ni siquiera la de los adultos) sobre los vínculos entre la gravedad y la termodinámica. Salvo que la inteligencia te alumbre y la utilices para despertar el interés por los desafíos intelectuales haciéndolos más cercanos, como logró el físico inglés.

Para encontrar otro pedagogo de la talla de Hawking en materias tan profundas hay que remontarse al austríaco Ludwig Boltzmann, a quien el emperador José Francisco invitaba para que le hablara de física. En sus clases había problemas de seguridad porque los alumnos se colgaban de donde podían para seguirlas, contó en estas páginas Joaquín Sánchez Guillén, autor de su biografía.

Stephen Hawking, el hombre que vivió 51 años de prestado con respecto a los que le habían pronosticado, utilizaba otra herramienta imbatible para despertar el interés: el sentido del humor. Por ello fue capaz de invitar a los viajeros del tiempo a una fiesta con globos y champán a la que finalmente solo asistió él. Mandó la invitación con las coordenadas exactas del lugar (un elegante salón de la Universidad de Cambridge) y el tiempo (el 29 de junio de 2009 a las 12.00). Aguardó paciente mirando la puerta de entrada, pero allí no acudió nadie. "Esperaba que apareciera alguna miss universo del futuro a mi fiesta", bromeó después, cuando desveló su experimento. Con ello pretendía probar que si se hubiera inventado la máquina del tiempo, ya estaríamos recibiendo la visita de nuestros tataranietos.