Fragmentación política

Las elecciones italianas del domingo han confirmado el peor pronóstico de los sondeos: el país se enfrenta a la ingobernabilidad después de que ningún partido ni coalición haya logrado la mayoría absoluta. Se trata de una situación muy incierta tanto para Italia y como para la UE.

Sergio Mattarella
Sergio Mattarella
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En 2008, la quiebra del banco estadounidense Lehman Brothers desencadenó un tsunami global cuyos efectos aún perduran. Estalló primero una crisis financiera; le sucedió una crisis económica; y le siguió una crisis política, que sigue diezmando a los grandes partidos que gobernaron Europa tras la Segunda Guerra Mundial. Las economías se están recuperando, pero los sistemas democráticos siguen sometidos a la incertidumbre que genera el castigo de los ciudadanos a unas formaciones ya de por sí debilitadas por su gestión de la crisis financiera. Italia es el último caso de esta cadena de fracasos de los partidos tradicionales en beneficio de grupos populistas y extremistas. Los primeros puestos de los resultados de las urnas los ocupan las fuerzas radicales, desde el antisistema Movimiento 5 Estrellas (M5S) a la secesionista Liga Norte y Fratelli d’Italia, de extrema derecha.

La fragmentación del escenario político solo permite cuatro opciones para un gobierno estable mediante la suma de fuerzas. Si se impone el bloqueo, el jefe del Estado, Sergio Mattarella, podría encargar un ejecutivo de transición al M5S o al primer ministro en funciones, Paolo Gentiloni, solo para elaborar un nuevo sistema electoral. No obstante, el mensaje de los votantes italianos va más allá del país transalpino y llega hasta Bruselas. El antieuropeísmo debe tener una respuesta desde la propia Europa.