El despegue de Portugal convierte su patrimonio en protagonista

Las visitas a monumentos, palacios y museos han aumentado un 59,4% en los últimos cinco años.

Panorámica de Lisboa, una de las ciudades invitadas al Madrid Fusion.
Panorámica de Lisboa, una de las ciudades invitadas al Madrid Fusion.
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El despegue de Portugal ha dado un protagonismo nuevo a su patrimonio, al que los lusos vuelven ahora la vista para conocerse a sí mismos y potenciar el país, según expone la responsable del patrimonio luso, Paula Araújo da Silva.

"Sabemos que las personas que vienen a visitar Portugal tienen como una de las razones fundamentales ver su patrimonio, y eso hace que nosotros mismos comprendamos la importancia de ese patrimonio. Es algo absolutamente evidente", asegura Araújo da Silva.

La frase, pronunciada en una entrevista en Lisboa, es toda una declaración de intenciones del organismo que dirige, la Dirección General de Patrimonio Cultural (DGCP), entidad creada en 2012 que gestiona los museos y palacios nacionales, así como los monumentos Patrimonio de la Humanidad que atesora el país.

Además, se ocupa de la salvaguarda de patrimonio, revisando los solicitudes de obras a los 4.000 inmuebles que la DGPC tiene clasificados a nivel nacional, siendo que los centros históricos, -como los de Oporto o Guimarães-, cuentan como una sola unidad; a esto se suman quince patrimonios de la humanidad.

Se trata de patrimonio que siempre ha estado ahí, pero que ahora se mira de forma muy diferente e incluso es objeto de polémicas algo sorprendentes.

Araújo de Silva, que ríe al ser preguntada si esto se debe a que Portugal esté de moda, admite que el creciente atractivo del país ha cambiado la manera en que los portugueses se relacionan con su patrimonio: "somos conscientes de que la valorización de patrimonio potenciará más el país y las visitas turísticas".

"Por ejemplo, hasta hace poco tiempo no se hablaba de patrimonio inmaterial y, en este momento, se hace un trabajo inmenso por todo el territorio de inventario y conocimiento de patrimonio, que va desde fiestas populares, fabricación de productos artesanales, a cantos, maneras de hablar...", enumera.

Son "cosas que ahora se valoran, que son entendidas un poco hasta para contrariar a la globalización. Entendemos cuál es nuestra identidad y este patrimonio es una cosa relativamente reciente", apunta.

¿Significa eso que el país está apreciando más aquello que es? "Yo creo que sí, se está produciendo una evolución positiva", responde la directora de la DGPC.

Ha habido hitos importantes hasta llegar aquí, por ejemplo que las visitas a monumentos, palacios y museos hayan aumentado un 59,4% en los últimos cinco años; también está el orgullo nacional que ha levantado el "caso Miró".

Se trata de 85 obras del español Joan Miró, una colección completa, que eran originalmente propiedad de un banco que, tras quebrar y ser nacionalizado, pasó a manos del Estado, que se encontró con el dilema de qué hacer.

El Gobierno, entonces dirigido por el conservador Pedro Passos Coelho, quiso venderlas, e incluso llegó a firmarse un contrato con la casa de subastas Christie's, pero con la entrada del Ejecutivo del socialista António Costa en 2015 se dio un giro de 180 grados y las obras pasaron a integrar el patrimonio portugués.

Fue, a juicio de Araújo da Silva, una "decisión excelente" y "muy importante para el país" porque "se dio un reconocimiento al valor del arte, al valor de la cultura y a que las personas interioricen los valores culturales de las cosas".

La colección Miró, expuesta al completo hasta el próximo 13 de febrero en Lisboa, es la más importante que posee Portugal de un artista extranjero y ha reavivado el interés por las adquisiciones del Estado, que siempre ha comprado pese a que, admite la directora de DGPC, "no disponemos de grandes capacidades financieras".

Su presupuesto para 2018 asciende a 37,8 millones de euros, el 43,4 % de los cuales es aportado por el Estado, en tanto que el 55,8 % corresponde a ingresos propios: entradas en los museos y palacios, mecenazgos o alquiler de espacios, este último también revolucionado con el renovado interés por el patrimonio.

Una cena en el Panteón Nacional para cerrar en noviembre el congreso tecnológico de la Web Summit indignó a parte de la opinión pública, escandalizada por una fiesta donde descansan los restos de antiguos presidentes, escritores y fadistas, y llevó a cambios radicales en el sistema.

El enfado por algo que llevaba años haciéndose refleja el cambio de conciencia que los portugueses tienen sobre su patrimonio, que, recuerda Araújo da Silva "es lo que queremos que sea".

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