Faluya se depura de su pasado

La 'ciudad de las 200 mezquitas' vive un proceso de desradicalización que pretende ser ejemplo para el resto de Irak.

Faluya
Faluya
Karl Schembri

Las palabras 'extremismo', 'racismo' y 'corrupción' decoran el escenario del único teatro de Faluya. La conocida como 'ciudad de las 200 mezquitas', situada a 70 kilómetros al oeste de Bagdad, fue liberada de manos del grupo yihadista Estado Islámico (EI) en junio de 2016 y desde entonces está inmersa en un proceso de desradicalización que quiere ser ejemplo para el resto de Irak y que se basa en programas culturales, religiosos o deportivos.

Actores niños y adultos representan una obra sobre los problemas que los políticos corruptos han causado al país. La sala está llena. El público graba la función con sus teléfonos móviles, pero cuando llegan los momentos más emotivos los guardan para romper a aplaudir.

"El EI estuvo cuatro años en la ciudad, más que en ninguna otra, y ahora hay que trabajar para borrar su ideología de la mente de los más jóvenes. Debemos alejar el extremismo e impulsar una cultura de paz", piensa Ayad Emad, activista al frente de la escuela deportiva 'Paz y amor', que asiste a la representación y recuerda que "esto era imposible hace tan solo unos meses. El EI convirtió la ciudad en un auténtico cementerio y vamos a demostrar que podemos ser un modelo para el resto de lugares que han sufrido su régimen de terror".

Pronunciar el nombre de Faluya trae a la mente las batallas que libraron las fuerzas estadounidenses en 2004 para tratar de doblegar a la insurgencia local. Tras la caída de Sadam Husein la ciudad se convirtió en el centro de la resistencia armada contra EE UU y la segunda ofensiva de Faluya, lanzada en noviembre y bautizada como 'Furia fantasma', fue la más feroz que recuerdan los marines desde Vietnam.

Los norteamericanos nunca lograron controlar una ciudad en la que Al-Qaida instauró una especie de gobierno en la sombra que tras la retirada de EE UU se enfrentó al Gobierno central de Bagdad, en manos de partidos chiíes, y salió a la luz definitivamente en enero de 2014, seis meses antes de la proclamación del califato, con la irrupción del EI.

"Estamos en guerra desde hace catorce años y estamos exhaustos. El pueblo ha entendido el alto precio que hay que pagar por apoyar a estos grupos radicales y solo queremos recuperar nuestras vidas. De la dictadura de Sadam pasamos a las dictaduras religiosas de suníes y chiíes. Me atrevería a decir que el 80% de los ciudadanos hoy abrazan al laicismo hartos de tantos problemas", afirma Adel, mítico periodista local de la emisora Radio Faluya, que acaba de regresar tras pasar los cuatro años de califato refugiado en Erbil.

Funcionario en fuga

Adel, como la inmensa mayoría de ciudadanos de Faluya, que contaba con unos 275.000 habitantes en 2011, optaron por abandonar la ciudad cuando llegó el EI, que se encontró con apenas 20.000 personas. "Con Al-Qaida la vida era dura, pero con el EI se tornó imposible porque se metían en cada aspecto de tu vida. Había algunos extranjeros, pero la mayoría eran iraquíes, vecinos que abrazaron su causa", señala Hassan, funcionario del Ministerio de Cultura que vivió durante un año bajo el control de los seguidores del califa y que se vio forzado a escapar cuando se enteraron de su condición de funcionario. No se ha querido perder la obra de teatro y en el auditorio se ha reencontrado con gente a la que no veía desde hacía años.

La destrucción de los edificios públicos, que el EI convirtió en sus cuarteles, hace que las instalaciones del Ministerio de Juventud y Deportes hagan las veces de teatro y oficina para múltiples organizaciones de todo tipo que trabajan con el objetivo de erradicar la ideología del EI.

Mohamed Jaar está al frente de Al Takadum (el progreso) y se encarga de conceder préstamos que van de 500 a 10.000 dólares a "aquellos jóvenes que quieran poner en marcha un negocio y necesiten ayudas para rehabilitar sus hogares familiares. La actividad y el trabajo traen seguridad y consiguen que la gente aparte ideas radicales de su cabeza o que se vea obligada a aceptar dinero de estos grupos para poder subsistir".

'Bandera blanca' del islam

También los religiosos de la ciudad se han sumado a la lucha contra el radicalismo y enarbolan lo que llaman "la bandera blanca de islam", frente a la enseña negra del EI. El consejo local de imanes ha recuperado el control de los más de 200 templos de la ciudad, de los que se ha erradicado el mensaje de los seguidores del califa y se recuerda cada viernes que esta era una ciudad en la que convivían judíos, cristianos, mandeos y musulmanes suníes y chiíes.

"Vamos en la dirección correcta, pero problemas que permitieron florecer al EI como el sectarismo de las autoridades, la falta de educación o el desempleo de los más jóvenes siguen vigentes y este es el caldo de cultivo que aprovechan para ganar adeptos", advierte Emad Shakre, director de la Casa de Cultura de Faluya que, como otros muchos esdificios, también está destrozada por lo que tiene su refugio temporal en este viejo teatro, reconvertido en epicentro de la batalla ideológica contra los radicales, un frente en el que la victoria es más complicada que en el campo militar.

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