Corrupción endémica

La corrupción a mansalva y el populismo no fue inventado en Venezuela por el chavismo, sino por los dos partidos tradicionales que se repartieron el poder durante décadas.

Un trabajador ordena su negocio ante una pintada electoral de la oposición.
Un trabajador ordena su negocio ante una pintada electoral de la oposición.
Gervasio Sánchez

“La conexión venezolana”. “Un paraíso para limpiar narcodólares”. “Venezuela en sombras”. “La Albania de América Latina”. Estos son los titulares. Y estos los sumarios: “Venezuela se ha convertido en el trampolín de la cocaína”. “El gobierno libra su guerra a ultranza contra la corrupción mientras la democracia boquea”. “Los extranjeros huyen de Venezuela asustados por la violencia, el control de divisas y el temor al futuro”.

Aunque parezca mentira, todos estos titulares y sumarios no pertenecen a la actualidad sino al pasado remoto. Están recogidos en publicaciones de 1987 a 1995 cuando el régimen chavista y bolivariano sólo era una quimera en la mente de Hugo Chávez.

Hablamos de una época en la que dos partidos, Acción Democrática, de corte socialdemocracia, y Comité de Organización Política Electoral Independiente (Copei), de orientación cristianodemócrata, mantenían la apariencia de que Venezuela era una democracia repartiéndose los gobiernos desde 1958, “un cínico Pacto de Punto Fijo que evitaba que ningún otro partido de izquierda o de derecha pudiera llegar al poder”, según explica Richard Gott, antiguo corresponsal de 'The Guardian' en América Latina.

Pertenecer a uno u otro partido facilitaba la consecución de un empleo. “Los dirigentes de ambos partidos se acostumbraron a los privilegios del poder y, en particular, a los pellizcos que les proporcionaban las industrias estatales, creadas con la renta del petróleo”, explica Gott en su libro Hugo Chávez y la revolución bolivariana, “y la corrupción se hizo endémica y el consumo de lujo de la élite política venezolana se hizo famosa en todo el continente mientras generaba un profundo rencor y un deseo inextinguible de venganza entre las capas más pobres de la sociedad”.

Es importante pararse sobre estos puntos porque los problemas de Venezuela no empezaron en 1998 con la llegada de Chávez al poder sino en 1973, un cuarto de siglo antes, cuando el precio del petróleo se disparó tras la conocida como guerra de Yom Kippur entre árabes e israelíes.

La corrupción a mansalva y el populismo no fue inventado en Venezuela por el chavismo sino por los dos partidos tradicionales que se repartieron el poder durante décadas. Como explica Mario Pérez, coordinador de las emisoras de Radio Fe y Alegría, Acción Democrática “robaba y dejaba robar y parecía que el que no lo hacía era considerado el tonto del grupo”.

Los líderes de ambos partidos, Carlos Andrés Pérez, Rafael Caldera, Luis Herrera Campíns, Jaime Lusinchi, tenían relaciones excelentes con los líderes europeos y ocupaban puestos en las Internacionales Socialdemócrata y Democratacristiana. A nadie le quitaba el sueño que sus gobiernos fuesen los más corruptos de América Latina. A nadie le importaba que la última decisión de Lusinchi en enero de 1989 fuera la suspensión de pagos de la deuda externa tras años de “gastos majestuosos y corrupción sin límites”, recuerda Gott.

Algunos de ellos como Carlos Andrés Pérez pasaron de nacionalizar el petróleo en los años setenta a encabezar un gobierno liberal a finales de los ochenta sometido completamente a las recetas del Fondo Monetario Internacional. Ahora colocaba a los cachorros del organismo internacional en su propio gobierno cuando años antes no había tenido inconveniente en llamarles “genocidas en la nómina del totalitarismo económico” o “bombas de neutrones económica que mataba a la gente pero dejaba en pie los edificios”. Antes de acabar su gobierno en 1993, Carlos Andrés Pérez fue acusado de corrupción, destituido por el Congreso y puesto en arresto domiciliario. Su propio partido se encargó de cortarle la cabeza aunque él, brillante y orgulloso, nunca admitió su responsabilidad en el desbarajuste de su gobierno.

Quedo a cenar en Barquisimeto con una de las responsables de Acción Democrática. Me ha hecho un hueco en su apretadísima agenda días antes de que se celebren las primarias para gobernadores y se elijan a los candidatos unitarios. Entiendo que hace 19 años que el chavismo vive instalado en el poder. Pero quiero saber si existe una actitud crítica sobre los años del boom económico en el partido que lideró los gobiernos y que eternizó la corrupción. Imposible un razonamiento autocrítico. Algo así como: “nuestro partido fue tan corrupto que facilitó el triunfo de Chávez”. Imposible en Venezuela escuchar un mea culpa.

Se quiere centrar en el reto actual: “necesitamos aunar esfuerzos para garantizar que nuestros candidatos se puedan enfrentar a los del chavismo con garantías”. Cuando le hablo de división en la oposición ella insiste en que “el voto hay que cuidarlo”. “No estamos eligiendo, estamos votando contra la dictadura”, es su resumen.

Días después las elecciones primarias arrojarán un resultado rotundo: Acción Democrática lidera la candidatura unitaria en 16 de los 23 estados venezolanos. Un analista me hace un resume a la brava: “los adecos (así se les llama en el argot político) vuelven a ganar en el sentir de los venezolanos. El populismo regresa. Tira la burra para el monte. Es decir, siempre se sale con la suya”.

Venezuela, fuera de foco / Diario de Gervasio Sánchez

Capítulo 1 El puente de los lamentos

Capítulo 2 Desayuno criollo

Capítulo 3 El rey camión

Capítulo 4 Policías acostados

Capítulo 5 La gran quebrazón

Capítulo 6 Corrupción endémica

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