Los islamistas ganan peso en un Túnez que mira hacia el antiguo régimen

El nuevo gobierno tunecino, remodelado para afrontar la crisis económica y social que sufre el país, ha sido recibido con críticas internas y externas.

El nuevo gobierno tunecino, remodelado esta semana para afrontar la aguda crisis económica y social que sufre el país, ha sido recibido con severas críticas internas y externas, que advierten del nuevo aumento de la influencia del partido islamista Ennahda y del progresivo regreso del antiguo régimen.

La necesidad de un cambio flotaba en el ambiente desde que meses atrás el Fondo Monetario Internacional (FMI) cumpliera su amenaza y congelara el crédito de 2.500 millones concedido al país en castigo por la incapacidad del gobierno de avanzar significativamente en el programa de reformas estructurales exigido.

Sin embargo, lo que se intuía en verano como un retoque limitado, se ha destapado como un espejismo de tsumami que se ha llevado por delante a trece ministros y siete secretarios de Estado, entre ellos los responsables de carteras clave como Defensa, Interior, Justicia, Economía y Finanzas, y constatado la inestabilidad y fragilidad del pacto político.

"Esta enésima revisión no parece que haya producido un gran cambio: hemos mantenido casi el mismo número de ministros y secretarios de Estado.Sin embargo hemos cedido a las maniobras partidistas", critica el periodista Ikhlas Latif.

Una visión que comparte su colega Synda Tajine, para quien esta reestructuración "no supone ningún gran cambio, sino una nueva repartición del escenario político".

Los más críticos sostienen su pesimismo en dos razones: Ennhada, primera fuerza en el Parlamento y pieza fundamental para la estabilidad del Ejecutivo, gana peso una vez más y lo hace en esta ocasión en un sector esencial: la economía.

El propio Chahed definió el miércoles este nuevo gabinete como un "gobierno de guerra, en guerra contra la corrupción, contra el creciente paro y en guerra para salvar la economía".

Y aunque pierden la cartera de Comercio, los islamistas refuerzan su posición en este frente de batalla: mantienen Industria y ganan Desarrollo, Inversiones y Cooperación Internacional, además de colocar a un antiguo conejero presidencial, Taoufik Rahji, a la cabeza de las reformas.

Aparte, adquiere cinco secretarías de Estado entre las que destacan Formación Profesional y Enseñanza Superior, además de introducir un nuevo consejero en la oficina del primer ministro, Ridá Saidi, adscrito al departamento de "grandes proyectos".

Chahed, que parece también haber salido reforzado frente a otras corrientes dentro de su partido, ha logrado mantener al menos un buen soldado: Ridha Chalghoum, su antiguo jefe de Gabinete, que ha sido ascendido a ministro de Finanzas.

La segunda razón que invocan los críticos es la entrada de tres hombres que desempeñaron cargos de gran responsabilidad durante la dictadura de Mohamed Zin El Abidin Ben Ali (1989-2011), la primera que fue víctima de las ahora asfixiadas "primaveras árabes".

Hatem Ben Salem, nuevo ministro de Educación, ya dirigió esta cartera en tiempos de Ben Ali, mientras que Adel Jarboui, designado ministro de Inmigración y Expatriados, llegó a ser secretario general adjunto del partido de Ben Ali, la Agrupación Constitucional Democrática (RCD).

Igual de controvertida ha sido la designación del nuevo ministro de Defensa, Abdelkarim Zubaidi, que ejerció varios puestos de responsabilidad en tiempos de Ben Ali, entre ellos el de ministro de Sanidad.

Y que ya dirigió esta cartera durante el primer gobierno de transición formado en 2011 tras la huida de Ben Ali y que dirigió el propio líder de Ennahda, Rachid Ghannouchi.

En la misma línea, extremadamente polémica es la designación del nuevo ministro de Interior, Lofti Brahem, que ha evidenciado el regreso de los vicios de la vieja política prerrevolucionaria y la descompensación del equilibrio de poder entre Nidá Tunis, el debilitado partido del presidente tunecino, Beji Caïd Essebsi, y de Chahed, y Ennnahda.

Los islamistas han tratado durante la negociación de hacerse con una cartera vital, pero finalmente ha caído del lado de un hombre con mala prensa entre la oposición, y al que se considera cercano a la corriente que lidera Chahed.

"Su nominación es una catástrofe nacional que conducirá al deterioro de los cuerpos de Seguridad, ahora que comenzaban a recuperarse", ha criticado el parlamentario Imed Daïmi, uno de los activistas que hubo de exiliarse.

En este ambiente, ha vuelto a primera página el análisis de Hédi Ben Abbes, reputado experto local, para quien el actual sistema bicéfalo, sostenido en la alianza Nidá Tunis-Ennahda, representa "un peligro para el futuro del proyecto democrático" que emprendió Túnez.

"Basta con observar las últimas maniobras de Ghannouchi y Essebsi para estar seguros de la obsolescencia de su concepción política y del anacronismo histórico en el que creen haber atrapado al país", afirma hoy.

"Está claro que el debate político que se ha puesto en marcha se centra exclusivamente en la elección de personas y puestos, sin preocuparse nunca por los programas, por la crisis económica o por la crisis social. Esto, por supuesto, pronto llevará a consecuencias desastrosas para el proyecto democrático", concluye.

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