Rosenstein, de verdugo de Comey a garante de la independencia judicial en EE. UU.

El fiscal general adjunto fue el brazo ejecutor del despido del director del FBI.

Rod Rosenstein, en una comparecencia en el Senado.
Rod Rosenstein, en una comparecencia en el Senado.
Aaron P. Bernstein/Reutes

Rod Rosenstein, el fiscal general adjunto de Estados Unidos, fue el brazo ejecutor del despido fulminante del director del FBI, una situación que inmediatamente después le ha dejado la responsabilidad de garantizar la independencia y la confianza de la Justicia del país.

Hace apenas dos semanas que Rosenstein logró la aprobación del Senado para ocupar el cargo, mano derecha del actual fiscal general, Jeff Sessions, un proceso de confirmación que se demoró especialmente porque los senadores sabían que en sus hombros recaería la investigación sobre la injerencia rusa en los comicios presidenciales de 2016.

Descrito como un jurista no partidista por haber trabajado tanto para demócratas como para republicanos, el ya fiscal general adjunto asumió el puesto a la vez que la difícil tarea de manejar las pesquisas sobre el Kremlin.

Era un asunto sobre el que su jefe, Sessions, se inhibió tras descubrirse que él mismo se había reunido con funcionarios rusos mientras trabajaba para la campaña del hoy presidente estadounidense, Donald Trump.

Por pura jerarquía, Rosenstein recogió el testigo y en apenas unos días elaboró un memorando para recomendar al presidente el despido del director del FBI, James Comey, consejo aceptado por Trump y sobre el que se informó a congresistas y lideres del Capitolio, pero del que el mismo Comey se enteró por televisión.

Durante sus audiencias de confirmación en la Cámara alta, el fiscal fue preguntado si había tomado alguna decisión sobre cómo manejar las investigaciones sobre Rusia, a lo que respondió que no estaba "en condiciones de responder" porque todavía no había leído los informes de inteligencia sobre la interferencia del Kremlin.

No obstante, en referencia a las conclusiones de las diecisiete agencias de inteligencia que determinaron que Moscú había influido en los comicios, afirmó que "no tenía razones para dudar" de ello.

Sin embargo, la investigación que lideraba Comey en el Buró Federal de Investigación (FBI) iba más allá de la injerencia rusa en sí, de la cual ya nadie duda, pues trataba de averiguar si el equipo del multimillonario y el Gobierno de Vladimir Putin se coordinaron para allanar el camino del magnate hacia la Casa Blanca.

De hecho, según reveló este miércoles el diario "The New York Times", Comey había pedido más fondos a Rosenstein para profundizar en las investigaciones sobre Rusia, si bien el Departamento de Justicia ha negado ese extremo.

El despido de Comey fue argumentado por el Gobierno estadounidense por su manejo inadecuado de las investigaciones sobre el caso de los correos electrónicos de Hillary Clinton, un asunto sobre el que Trump había apoyado al exdirector del buró anteriormente.

Así, el momento y la manera en la que Trump ha decidido despedir a su jefe del FBI, a través de las palabras de Rosenstein, han puesto en cuestión la división de poderes entre el brazo ejecutivo y la Justicia, algo que recae de nuevo en el fiscal general adjunto como gestor último de las indagaciones.

"La confianza del pueblo estadounidense en nuestro sistema de justicia penal está en manos de Rosenstein", advirtió el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, tras conocerse la destitución de Comey.

Y es que le corresponde a él responder a las demandas cada vez más fuertes de nombrar a un fiscal independiente para continuar con el caso.

"Señor Rosenstein, Estados Unidos depende de usted para restaurar la fe en nuestro sistema de justicia penal, que ha quedado rota tras las acciones que ha tomado hoy la Administración", insistió el martes el veterano senador.

Sin embargo, ante los acontecimientos, Schumer llegó a solicitar que sea otro funcionario de alto perfil del Departamento de Justicia quien nombre a dicho fiscal independiente.

Varios senadores republicanos han solicitado también el nombramiento de un fiscal especial para el caso, con el ánimo de despejar toda duda sobre el procedimiento judicial, pero la Casa Blanca parece no estar muy de acuerdo con la propuesta.

Además, fue precisamente Sessions quien envió la carta de recomendación final a Trump para acabar con Comey, basándose en el memorando del "número dos", lo que para muchos es una ruptura con su decisión de hacerse a un lado en las pesquisas sobre Rusia.

Según explicóel experto en derecho constitucional de la Universidad de Harvard Laurence Tribe al rotativo "The Washington Post", Rosenstein ha empezado con mal pie su andadura y su imparcialidad está en jaque, llegando a ser justificable su renuncia.

El especialista insistió en que su única manera de redención podría ser "convocando un consejo de tres jueces que nombrara a un fiscal genuinamente independiente para investigar la conexión entre Rusia y Trump" y apartando su nombre del procedimiento.

"Que sea un consejo que puede comandar con el respeto bipartidista y el respeto de toda la nación, para que cualquier intento de Trump por hacer que el fiscal general (Sessions) disuelva el consejo suponga una tormenta del nivel de un impeachment (juicio político)", agregó Tribe.

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