Verdad y democracia

La manipulación de los datos reales para construir una falsa verdad se ha convertido en uno de los principales instrumentos políticos que emplean los populismos. De esa manera se siembran la incertidumbre y el miedo que apuntalan el autoritarismo.

El Diccionario Oxford ha entronizado un neologismo como palabra del año. Se trata de la ‘post-truth’ o de la ‘posverdad’, un híbrido bastante ambiguo cuyo significado "denota circunstancias en que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamientos a la emoción y a la creencia personal". Por ejemplo, se habla constantemente de "crisis de refugiados, crisis humanitaria". Esta forma de expresar nos puede llevar a achacar la crisis a las propias personas refugiadas. También escuchamos frecuentemente "invasión, oleada a Europa", que va muy ligada a la anterior y a la sensación de ingobernabilidad. Recordemos los datos de Naciones Unidas para comprender mejor esta manipulación. Los diez países del mundo con mayor número de población refugiada son, por este orden: Turquía, Pakistán, Líbano, Irán, Etiopía, Jordania, Kenia, Uganda, República Democrática del Congo y Chad. Ningún país europeo entre ellos.

¿Por qué y para qué se están utilizando este tipo de afirmaciones? Una posible contestación nos la ofrece el informe anual publicado por la organización internacional Human Rights Watch (HRW). En él se constata que en Europa y Estados Unidos está creciendo el rechazo a los migrantes, de lo cual se aprovechan algunos políticos para proponer dejar a un lado los derechos fundamentales, en nombre de lo que quiere el pueblo. No es casualidad que HRW eligiera Washington, por primera vez en una década, como la ciudad desde donde presentar su informe anual sobre la situación de los derechos humanos en el mundo. Al nuevo presidente, Donald Trump, lo señala como uno de los principales peligros de la nueva ola de populismo autoritario que asola la región. Si aplicamos la lógica cartesiana convencional –datos serios frente a emociones primarias, verdad frente a posverdad–, constataremos el descaro de su intervención en su toma de posesión.

Argumentos parecidos estamos viendo en Europa. Marine Le Pen en Francia o Geert Wilders en Holanda intentan llegar al poder apelando al racismo, a la xenofobia, la misoginia y el nativismo. Y pretenden que el público acepte violaciones de derechos humanos, argumentando que supuestamente son necesarias para asegurar empleos, evitar cambios culturales o prevenir ataques terroristas. El informe de HRW expone que, en los países occidentales, muchas personas se sienten excluidas por la creciente desigualdad, incómodas ante cada vez más diversidad étnica y religiosa y atemorizadas por los episodios de terrorismo, de modo que empiezan a pensar que los gobiernos no están atendiendo las preocupaciones de la población. "Un segmento cada vez más amplio del público considera que los derechos protegen solamente a esas ‘otras’ personas, en vez de a ellas mismas, y por eso creen que son prescindibles. Los populistas sugieren que si la mayoría desea limitar los derechos de refugiados, migrantes o minorías, entonces deberían ser libres de hacerlo", explica.

En este ambiente, "la verdad se convierte frecuentemente en una víctima". Por ello, cada vez más, existe una sensación de miedo, de pesimismo en Occidente. Acaba de aparecer un informe de la agencia de relaciones públicas y comunicación Edelman. En él se registra que la confianza se halla en crisis en todo el mundo. Desde 2012 viene ofreciendo anualmente esta empresa un ‘Barómetro de confianza’. En él se destaca: "Las personas han dejado de creer cada vez más que el sistema trabaja para ellas. Las preocupaciones suscitadas por la globalización, la velocidad de la innovación y la destrucción de los valores sociales se estarían transformando en miedo". Y no podemos olvidar que la respuesta es emocional, cuando no se cuenta con ninguna otra respuesta o certeza. Pero solo desde la esperanza se puede construir una alternativa a los problemas. Con el miedo no se resuelven, se reprimen. El populismo autoritario utiliza como mecanismo la manipulación mediática y su éxito lo logra cuando las masas asumen que la verdad puede ser creada a imagen y semejanza de lo que le venga en gana al autoritario. Hannah Arendt, al estudiar los regímenes totalitarios, observó justamente que su desprecio por la verdad fue lo que llevó a la destrucción de la esfera política. Destruyendo registros, datos y eliminando personas, el totalitarismo no simplemente mentía, sino que falseaba la realidad. Hemos de saber que la verdad es una herramienta fundamental para el espacio público democrático.