La hora del aspirante

Nacido en Barcelona e hijo de suiza y español, Manuel Valls, es el favorito para encabezar la izquierda francesa, muy dividida.

Valls anuncia que se presentará a la presidencia de Francia
Valls anuncia que se presentará a la presidencia de Francia

Si se busca un solo adjetivo que en Francia vaya asociado al nombre de Manuel Valls, siempre se encontrará el de ambicioso. El primer ministro socialista, que nunca ha disimulado que aspira a todo, pretende ahora dar el paso final al Elíseo pese a que el entorno parece poco propicio.


Sus numerosos adversarios políticos -en casa propia y fuera de ella- lo han querido catalogar como el "''Nicolas Sarkozy de la izquierda' por su perfil enérgico y por su trayectoria vinculada a la seguridad.


Valls, de 54 años, tiene a gala decir lo que piensa aunque no sea lo más popular. Eso le ha llevado a una difícil relación con el mismo concepto de izquierda, que en su opinión hay que redefinir.


Enmarcado en la tradición liberal del socialismo francés y heredero de la "segunda izquierda" de Michel Rocard, Valls trata de combatir a la derecha en el mismo terreno de la identidad y la seguridad en el que a menudo sus correligionarios se hallan incómodos.


Para Valls, la mano dura y la firmeza en los valores republicanos son compatibles con la justicia social que caracteriza a la izquierda, entendida como la igualdad de oportunidades para todos los franceses al margen de su origen.


Su propia biografía se inscribe en esa narrativa, que compendió así en una reciente entrevista: "Yo aprendí a ser francés". Nació en Barcelona (España) y hasta los 20 años el primer ministro no obtuvo la nacionalidad francesa.


Hijo de la suiza Luisangela Galfetti y del pintor catalán Xavier Valls, asumió con naturalidad su triple cultura hasta que a los 16 años, al ir a retirar su tarjeta de residencia y sufrir un "interrogatorio" en la comisaría, "comprendió" que no era francés pese a vivir en ese país desde niño.


Militó joven en movimientos de izquierda y a los 17 años se afilió al Partido Socialista por su simpatía con la línea centrista defendida por Rocard, que contrastaba con el izquierdismo del presidente François Mitterrand.


Tras ocupar diferentes cargos en administraciones municipales y regionales, el primer ministro Lionel Jospin le dio su primera gran oportunidad al hacerle su consejero de Comunicación en 1997.

Pero será como alcalde de Evry, en la periferia de París, donde se labra su reputación de duro en la seguridad y exigente en cuestiones como el laicismo, que le hace embarcarse en cruzadas contra el antisemitismo o contra el burka.


Siempre del lado de los moderados en las continuas luchas por el poder en su partido, apoyó inicialmente al exdirector gerente del FMI Dominique Strauss-Kahn como aspirante en las primarias de 2011, antes de que éste destruyera su vida política involucrado en un escándalo sexual con una camarera en un hotel neoyorquino.

Valls decidió entonces probar suerte, pese a ser todavía casi un desconocido: quedó penúltimo entre los seis aspirantes de las primarias, con el 6 % de los votos, pero la semilla presidencial ya estaba sembrada.


Su gestión desde 2012 al frente del ministerio del Interior, nombrado por François Hollande, lo puso en órbita como sucesor natural del presidente, quien se vio obligado a recurrir a él como primer ministro dos años más tarde, cuando sus índices de popularidad comenzaban a desplomarse.


Pese a que Hollande lo ha arrastrado en su caída, como jefe de Gobierno ha conseguido salvaguardar parte de su crédito político, sobre el que pretende erigir una candidatura con dos bases: la reforma y la justicia social.

Para aspirar al Elíseo deberá ganar antes el favor de los votantes en las primarias socialistas, cuyas bases nunca han visto con excesivo agrado a un político al que perciben alejado de los fundamentos de la izquierda.


Aún con todo, su experiencia como primer ministro y su imagen de hombre resuelto lo convierten en el favorito para encabezar a la dividida izquierda en las presidenciales de 2017, donde tratará de desmentir a todas las encuestas, que lo dejan fuera de la segunda vuelta.

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