Una historia de Fidel

MARIO Chanes murió antes que Fidel Castro, el sábado 24 de febrero de 2007. Estaba enfermo hacía tiempo, como preso que fue treinta años por disentir del jefe. Vivía en lo que el régimen de La Habana llama la gusanera, en Miami. Pero Chanes, Mario Chanes de Armas, nunca fue un gusano, aunque lo trataron como si lo fuera. Fue un luchador de la primera hora contra el régimen de Fulgencio Batista, el cínico exsargento que puso la dignidad cubana a la altura de un lupanar. Chanes, como escribió en la primavera de 2004 a Reporteros sin Fronteras, se entregó a la revolución "desde muy joven, pensando que con ella conseguiríamos el retorno a la democracia y el adecentamiento político" en Cuba. Buscaba solo eso: decencia democrática. Le costó toda una vida de penas en la cárcel.


Menudo y correoso, vivió en Sierra Maestra las horas heroicas y duras del alzamiento contra la indignidad. Se la jugó en el asalto armado –tan famoso y tan fallido– al cuartel Moncada, en Santiago, el 26 de julio de 1953, fecha que daría luego nombre al movimiento revolucionario encabezado por Fidel. Aquel domingo de carnaval, el regimiento Maceo, con su millar de hombres acuartelados, era un objetivo ambicioso. Demasiado. Chanes, herido de un tiro durante la refriega, acabó preso de Batista.


Después vino el Granma –barquito bautizado con la palabra que en EE. UU. sirve para denominar a la abuela–, comprado y reparado en México, que llevó a 82 rebeldes a la isla. Los mandaba Fidel y entre ellos estaba el Che Guevara. El 2 de diciembre de 1956, de noche y mal dirigido, encalló el yate y la expedición, alterando sus planes, pisó tierra de madrugada.

Costó saber qué lugar era aquel hasta dar con un bohío donde averiguaron los jóvenes rebeldes que pisaban suelo cubano. También Chanes estaba en el Granma, como había estado en el Moncada. Siempre al lado de Fidel.

Cuando Batista huyó de la isla, el 1 de enero de 1959 –trayendo sus millones robados a España, donde vivió catorce años–, Fidel Castro Ruz, el abogado, se dedicó a ser el Estado; y Mario Chanes de Armas, el sindicalista, a ser un presidiario. No quería ser embajador en Moscú, sino trabajar en sus cosas. No le gustaba el régimen de partido único. No creía que eso fuera el remedio para Cuba. Y lo andaba diciendo. Lo acusaron de querer matar a Fidel, cosa que nadie creyó. Pero fue detenido el 17 de julio de 1961 y sentenciado a treinta años de cárcel que cumplió enteros. Preso de Castro.


Chanes se negó a aceptar que merecía estar preso. Se negó incluso a vestir de preso y vivió años apenas cubierto por un calzoncillo. Solo podía ver a una visita cada seis meses. Y nada de teléfono. No vio nacer ni morir a su hijo y lo soltaron a los treinta años justos de su detención. Cuando pudo irse de Cuba, siguió pidiendo libertad. Y esta, aunque parece la historia de Mario Chanes, es, en realidad, una historia de Fidel.