El falso mérito del equilibrio ajeno

La suerte de Fidel fue la del permanente equilibrio diplomático en el que se sitúa la política internacional, un injusto y autoatribuido mérito que le ha permitido convivir en aislamiento mientras limitaba las libertades de los cubanos. El régimen de Castro, que solo podía existir en Cuba, se fue construyendo a golpe de iconografía. Separado de Estados Unidos por unas pocas millas náuticas, Fidel se benefició de la geopolítica hasta que pasó a convertirse en rareza histórica. Fue entonces cuando perdió el calificativo de problema. Un absurdo sin referencias extranjeras que tras la caída del Muro de Berlín quedó reducido a la condición de evidencia fracasada. El argumentario del castrismo, elevado y alimentado en gran medida desde fuera de la isla, perdió súbitamente todo atractivo y se descubrió en desnudez. Solo, sin alternativa, Fidel abrió entonces la isla al turismo político, a la visita de los muchos mandatarios internacionales que creían que tan solo con su llegada al aeropuerto José Martí forzaban un poco más la llave que acabaría con el castrismo.


Tan cerca y tan lejos de Estados Unidos (solo en Florida viven más de un millón de cubanos), la relación entre los dos países ha servido para definir y conocer el castrismo. De la tensión extrema con la Crisis de los Misiles en 1962 hasta el último deshielo promovido por Barack Obama, La Habana y Washington siempre se han observado. Así, los movimientos que se produzcan en los próximos meses tendrán mucho que ver con la estrategia que diseñe el nuevo inquilino de la Casa Blanca. Donald Trump, que ayer ya dejó entrever hacia dónde guiará sus esfuerzos, ha emprendido un camino que puede, cuando menos, agitar toda la zona. Tal y como recordaba ‘The New York Times’, no se puede negar que "el desafío de Castro hacia Estados Unidos lo convirtió en modelo de la resistencia latinoamericana".


El último dictador occidental del siglo XX se ha muerto en la cama, todo un mérito para alguien despreocupado por el futuro más inmediato de los cubanos y seguro de que su hermano Raúl, en la presidencia del país desde febrero de 2008, podrá seguir gobernando. Sin la sombra de Fidel, Raúl Castro cuenta con la oportunidad de emprender una apertura democrática que los expertos en el entramado del poder cubano no creen que llegue a producirse a la velocidad desable. La evidencia, pese a todo, tal y como titulaba el diario ‘Le Monde’, es que "Fidel Castro ha muerto, Cuba sobrevive".