De Calais a Bretaña, no a Gran Bretaña

Centenares de afganos, eritreos y sudaneses, desalojados de la llamada "jungla" de Calais.

Pertrechados tras sus maletas, sus mochilas y sus objetos más queridos, centenares de afganos, eritreos y sudaneses hacen cola a las puertas del centro de registro abierto por el Gobierno francés a 300 metros de la "jungla" de Calais, el campamento de inmigrantes más grande de Francia.


Sonríen tímidos, sus rostros reflejan desconcierto porque no saben muy bien qué les aguarda al otro lado de la larga fila. Los que entran, ya no salen para contárselo a quienes aguardan.


Una vez que cruzan el umbral de una nave de 3.000 metros cuadrados acondicionada por Francia para que sirva de lugar de registro, un nuevo futuro les espera.


En las últimas semanas, personal del Gobierno galo y de asociaciones humanitarias les han convencido para que pasen ese filtro y cambien la húmeda y fría "jungla" por mejores condiciones en uno de los 450 centros de acogida repartidos por todo el territorio francés.


"La vida aquí es muy dura. Llevo 5 meses y quiero empezar una nueva vida", asegura Idriss, un eritreo que oculta su rostro con una bandera del Arsenal inglés. Y cuyo testimonio es el más repetido.


Reconoce que llegó a Calais con el sueño de alcanzar el Reino Unido, pero ha perdido la esperanza. París y Londres han redoblado la vigilancia en el túnel ferroviario bajo el Canal de la Mancha y en el puerto de ferrys que comunican ambos países, por lo que pasar al otro lado se ha convertido en una hazaña cada vez más peligrosa. Y más cara.


Dentro de la nave, el personal francés propone a cada inmigrante un mapa del país para que elija dos regiones a las que le gustaría ser trasladado.

Son muchos los que optan por Bretaña, aunque sus caras muestran la duda cuando los voluntarios les dicen que no tiene nada que ver con Gran Bretaña.


"Tengo a mi hermano allí", afirma un sudanés que no habla una palabra de francés. Cuando el voluntario le explica que es una región del norte de Francia ya no se muestra tan seguro de querer ir allí.


Tras ese registro, los inmigrantes son clasificados por zonas y, cuando se juntan 50 con el mismo destino, el autobús sale.


Francia tiene previsto que partan hoy 60 autocares, mañana 45 y el miércoles 40. En una semana, cuentan con haber repartido a los entre 6.000 y 8.000 extranjeros de la "jungla".


Mohamed guarda como un tesoro un balón verde de fútbol, su pertenencia más preciada. "Yo quiero ir a Burdeos o a Lyon, que tienen buenos equipos de fútbol", afirma este sudanés que se confiesa "aficionado del Real Madrid".


"Ronaldo, Ramos, Benzema... repite casi por completo la alineación del equipo antes de asegurar que su objetivo es ahora quedarse en Francia.

A su lado, un amigo muestra orgulloso la guitarra que espera que no le abandone nunca.


Unos metros alejado de la fila, Salham mira la procesión con una mezcla de excitación e inquietud. Es afgano, llegó hace seis meses a Calais y no tiene intención de irse muy lejos. "Lo que quiero es ir al Reino Unido", señala antes de matizar que quizá no tenga más remedio que formar un día parte de esa cola. "¿Qué va a quedar aquí?", se pregunta.


En la "jungla" el ambiente ha decaído, se ha perdido el bullicio que rodeaba el campamento, las tiendas y los restaurantes están cerrados por orden judicial y cada vez son más las chabolas abandonadas.


El tránsito de maletas es constante, son muchos los que amasan sus pertenencias para abandonar el lugar.


Otros, como Hussein, un beduino de Kuwait, rechazan marcharse. "No quiero alejarme del Reino Unido. Allí vive mi primo y quiero ir con él", señala el joven desde la cama que ocupa la mitad de su cabaña.


Desde que llegó a Calais hace un mes ha tratado dos veces de burlar la vigilancia aduanera. Y en ambos casos ha sido atrapado por la policía. Pero lo va a volver a intentar.


Según algunas asociaciones humanitarias, son unos 2.000 los que no quieren marcharse del campamento, los que albergan la esperanza de llegar al Reino Unido.


El humo de las hogueras comienza a apoderarse del lugar, apelmazado en el suelo por el viento y el frío. "La jungla se acaba pero no pasa nada", grita en inglés un emigrante que arrastra una maleta que un día tuvo ruedas.

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