Putin juega la carta del desarme nuclear para exigir el fin de las sanciones

Moscú exige el fin de las sanciones internacionales para renovar el tratado sobre la reconversión de plutonio militar en combustible para usos civiles.

Vladímir Putin en una imagen de archivo.
El presidente ruso, Vladimir Putin.

El presidente ruso, Vladímir Putin, ha decidido jugar la carta del desarme nuclear para acabar con lo que considera "manía persecutoria" por parte de EE. UU. y Occidente, y exigir el fin de las sanciones. Solo así se entiende la inesperada decisión del jefe del Kremlin, que ayer remitió a la Duma, cámara baja del Parlamento, un decreto para suspender el tratado con Estados Unidos para la reconversión de plutonio militar en combustible nuclear de uso pacífico.


El decreto, que será probablemente debatido por la cámara la próxima semana antes de pasar al Senado, no deja lugar a dudas sobre las motivaciones políticas de la medida y establece claramente las condiciones de Rusia para poder reanudar la aplicación del tratado.


El documento justifica la decisión por "la amenaza a la estabilidad estratégica ante las acciones hostiles de EE. UU. hacia Rusia y la incapacidad de garantizar el cumplimiento de sus compromisos de reutilizar el plutonio militar".


Pero más allá de los aspectos militares, el proyecto de ley que ratificará esta suspensión incluye una "lista de afrentas" para justificarlo, desde las sanciones impuestas a Moscú hasta el incremento de las fuerzas de la OTAN cerca de las fronteras rusas.


"El acuerdo fue firmado cuando nuestras relaciones bilaterales con EE. UU. tenían una dinámica positiva y entró en vigor en 2011 (...) Existía la esperanza de que disminuyera el factor fuerza en la política (...) y se suspendiera la práctica de sanciones políticamente motivadas. Desgraciadamente estas esperanzas no se han justificado", señaló el Ministerio de Exteriores ruso.


Por ello, para renovar la vigencia del tratado sobre el plutonio, Moscú exige el levantamiento de las sanciones impuestas a Rusia por la crisis de Ucrania y la anexión de Crimea, el pago de compensaciones por los daños y el fin de la Ley Magnitski que EE. UU. aprobó en 2012 y que permite sancionar a ciudadanos rusos por violaciones de los derechos humanos. Para Moscú, las sanciones constituyen "toda una gama de acciones hostiles dirigidas a socavar directamente nuestra economía y estabilidad social".


Pero también se encuentra en esa "lista de agravios", "el incremento drástico de la infraestructura militar de la OTAN y el despliegue de las tropas estadounidenses cerca de la frontera con Rusia" lo que, de acuerdo a Moscú, "altera de manera radical el equilibrio estratégico en Europa".


El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, negó  que Moscú pretenda utilizar la suspensión del tratado para conseguir el fin de las sanciones o la reducción de tropas estadounidenses en Europa.

"Se trata de una simple constatación de lo que Moscú considera manifestaciones poco amistosas de parte de EE. UU. en su relación con Rusia", dijo Peskov a los periodistas. Al mismo tiempo lamentó que el potencial de "pasos poco amistosos" de EE. UU. hacia Rusia tiene "tendencia a incrementarse" en estos momentos, lo que "desgraciadamente, no ayuda a la normalización de nuestras relaciones bilaterales".


La Cancillería rusa advirtió el martes a Washington de que "no podrá seguir manteniendo con nosotros una cooperación de manera selectiva, solo cuando resulte beneficiosa para EE. UU.".


Como respuesta, apenas unas horas después, EEUU anunciaba, por su parte, el fin del diálogo bilateral con Rusia destinado a frenar el conflicto en Siria, en medio de una creciente oleada de violencia en el país árabe.


La decisión entierra prácticamente las posibilidades de lograr un nuevo alto el fuego en Siria, mientras Washington y Moscú se acusan mutuamente, con palabras cada vez más gruesas, de ser los responsables del imparable deterioro de la situación allí.


El portavoz del Departamento de Estado, John Kirby, aseguró que Rusia y el régimen sirio "han elegido una vía militar" con "ataques intensificados contra zonas civiles", mientras que Moscú considera que "Washington está dispuesto a pactar con el diablo y aliarse con terroristas recalcitrantes", en referencia al Frente al-Nusra.

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