El turismo "olímpico" también llega a las favelas de Río

Algunas personas aprovechan su estancia en la capital de Brasil para conocer en persona la zona más empobrecida del país.

El turismo "olímpico" ha llegado también a las favelas de Río de Janeiro, aunque las comunidades no han registrado el "boom" de visitantes que esperaban y se han quedado muy lejos de las cifras del Mundial de Brasil 2014.


El clima de violencia que vive Río y los incidentes sufridos por periodistas, deportistas y miembros de delegaciones olímpicas han contribuido a limitar las visitas. No obstante, apunta a Efe Eduardo Cruxen Marques, director de Brazil Expedition, el turismo ha subido considerablemente en relación a los meses de mayo y junio.


"La primera semana de los Juegos fue floja, ahora está subiendo y se compara con carnaval, que tiene bastante demanda", apunta Cruxen, que organiza dos tours por día a la Rocinha y puede trasladar a unos 500 turistas por mes en temporada alta a la favela, la más visitada, una de las mayores de la ciudad y próxima al parque olímpico.


Según Cruxen, el flujo de visitas puede crecer todavía porque "los turistas ya conocieron el parque olímpico, disminuyeron los eventos en los Juegos y empezaron a buscar cosas para hacer en la ciudad".


El turista que acude a la favela, continúa, tiene un perfil joven, de entre 20 y 35 años, y busca conocer la realidad social del país, lo que define como "turismo de experiencia". La realidad de la Rocinha es dura. Ubicada en un lugar estratégico, con una impresionante vista al mar, se extiende a lo largo de 8 kilómetros cuadrados a espaldas del cerro de los Dos Hermanos que separa el sur y el oeste de Río.


Sus miles de infraviviendas, sus callejuelas sinuosas y sus pasadizos oscuros contrastan con los impresionantes edificios modernos levantados frente a la playa en el barrio residencial de San Conrado, apenas a unos cientos de metros. "Las personas de la favela son muy castigadas", lamenta Cruxen. "Llamarles "afavelados" es como llamarles de segunda. Cuando ven al extranjero crean una conexión interesante y sana. Quiebra un estigma".


La violencia contribuye a la estigmatización, pero "los visitantes quieren descubrir la realidad", insiste. Es el caso de Malcom Johnson, de Washington, que llegó a Río para acudir a los Juegos con unos amigos y decidió subir a la favela.


"Las personas nos han dado la bienvenida, han sido alegres, han sido agradecidas. Pero somos muy prudentes al mismo tiempo. Somos conscientes de que hay problemas. Si entiendes que hay pobreza, entenderás lo que están viviendo aquí" resume Johnson, que regala a jóvenes de la comunidad camisetas de béisbol, zapatillas deportivas de marca y gorras.


También Joyce Curtis y su marido, de Arizona, hicieron una pausa en los Juegos para visitar la Rocinha. "La mayoría de mi familia y amigos creen que estamos locos por venir. Están todos muy preocupados", pero "es muy interesante y este es el estilo de vida habitual. Parecen ser felices al menos hasta cierto punto y ha sido una gran experiencia".


Muy feliz no está María Clara dos Santos, conocida como Maosanta da Rocinha, que recibe a los turistas y denuncia que la favela ha empeorado en la última década, tras la pacificación que abrió una puerta a la esperanza que la realidad se ha encargado de cerrar.

"Entraron los hombres armados pero no entró el pack, que es el paquete social: Alcantarillado, saneamiento básico. ¿Entonces para qué es eso?", se pregunta.


Vive del turismo. Por su azotea, con una vista única, pasan decenas de visitantes cada día que se dejan tentar por la tienda de recuerdos abierta en la terraza. "El turismo ayuda. Los turistas ven como está la comunidad, con sus problemas, pero también ven que la favela es una madre. Recibe a todos de brazos abiertos", dice.

Una imagen empañada por la violencia, el narcotráfico y los enfrentamientos entre "policías y bandidos".


"La violencia en las favelas está relacionada con la política pública del gobierno de Río y no con las favelas en sí misma. La droga siempre va a existir en cualquier lugar del mundo. No es con armas y tiroteos como vas a conseguir acabar con ello", según el director de Brazil Expedition.


Cae la noche y los turistas terminan su recorrido. Antes de dejar la favela, el guía advierte: "Por favor, nada de fotos a esas personas", señalando a dos jóvenes que hacen "guardia" bajo pintadas de ADA (Amigos de los Amigos), el cartel que controla la Rocinha. "¿Quienes son?", pregunta un turista. "Quienes crees que son", responde el guía.

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