El golpe fallido pone en entredicho a un presidente marcado por el autoritarismo

El mandatario aspira a acumular más poder tras sobrevivir a escándalos políticos y críticas.

El presidente Erdogan.
El presidente Erdogan.
Reuters

El intento de golpe de Estado en el que se ha visto sumido Turquía ha hecho tambalearse los cimientos de un presidente, Recep Tayyip Erdogan, que ha pasado en una década de ser la gran esperanza de democratización turca a un firme defensor de la acumulación de poderes y del puño de hierro.


Erdogan, de 61 años, comenzó su prometedora carrera política en el activismo islamista durante la década de los setenta, pero no fue hasta 1994 cuando dio el salto a la primera línea y se convirtió en alcalde de Estambul. El golpe de 1998 supuso un paréntesis en su ascenso -incluso llego a pasar cuatro meses encarcelado- y en 2001 fundó la formación política con la que lo ha conseguido todo: el Partido Justicia y Desarrollo (AKP).


La sólida victoria del partido en las elecciones parlamentarias de 2002 aupó a Erdogan a la jefatura del Gobierno, un asiento que no abandonaría hasta once años después. Lo hizo para ser en 2015 el primer presidente elegido por voto popular en la historia de Turquía y con el claro mensaje de que quería reconvertir un cargo que hasta entonces era ceremonial para dotarlo de plenos poderes políticos.


Entre el joven activista y el presidente omnipresente hay unas cuatro décadas y una evidente evolución política marcada en todo momento por el pragmatismo. Así, Erdogan ha sido capaz de vender a Turquía como ejemplo de éxito democrático islamista, a base principalmente de prometer reformas con las que el país, Estado miembro de la OTAN, incluso aspira a entrar en la Unión Europea.

Poder presidencial

Erdogan, rebautizado como 'El Sultán' por sus seguidores, ha abogado una y otra vez por modificar la actual Constitución para que sea el presidente -y no el primer ministro- la autoridad más importante del Estado. La oposición se opone a concederle más poderes, pero Erdogan ya se ha convertido en la práctica en quien toma las decisiones, algo que quiso dejar claro también dentro de las filas del AKP con la dimisión del primer ministro, Ahmet Davutoglu, en mayo de esta año.


Ya pocos cuestionan siquiera un palacio presidencial de casi 600 millones de euros y más de un millar de habitaciones, ejemplo de extravagancia y poder a partes iguales y símbolo de un mandatario que se presenta como el garante de la estabilidad política y económica de un país aún por eclosionar.


No en vano, Erdogan ha sobrevivido políticamente a las mayores protestas antigubernamentales de la historia reciente turca -las de 2013 en el parque Gezi- y a todo tipo de escándalos que van desde la corrupción al abuso de poder, desde la 'islamización' social a una a veces controvertida política exterior.


Erdogan pueden presentar como aval sus logros económicos, marcados por un crecimiento del PIB constante que ronda una media anual del 4,5%. Además, ha logrado contener la inflación galopante de la década de los noventa, si bien los datos macroeconómicos recientes han mostrado algún síntoma de desgaste.

Contra la disidencia 

Muchos de los compromisos de Erdogan y su entorno, sin embargo, han caído en saco roto y la acumulación de poder por parte del AKP se ha traducido también en una creciente represión de las voces críticas que se ha intensificado en los últimos años.


Erdogan ha promovido una purga en instituciones como la Policía, las Fuerzas Armadas y el sistema judicial, para combatir una "estructura paralela" que, según su versión, está comandada desde el exilio por el clérigo Fetulá Gulen. Más de 200 militares fueron detenidos por un supuesto complot antigubernamental destapado en 2011.


Periodistas y medios críticos por el Gobierno han desfilado ante los tribunales, los mismos que también ha visto sentarse en el banquillo a políticos laicos o prokurdos. El AKP ha promovido este año el levantamiento de la inmunidad para todos los diputados del Parlamento con causas pendientes con la Justicia.


Desde 2015, Erdogan también se ha fijado el objetivo de ganar su "doble guerra" contra el terrorismo, en la que por una parte figura el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y, por otra, el grupo yihadista Estado Islámico. Ambas organizaciones han perpetrado duros y simbólicos atentados en territorio turco; uno de los últimos contra el aeropuerto Ataturk de Estambul el 28 de junio.

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