Un bombardeo de colores contra el dios Krishna para celebrar Holi en la India

Esta festividad supone una explosión de alegría y el fin de las desigualdades al menos por un día.

El colorido festival de Holi que se celebra este jueves en la India tiene uno de sus orígenes en una travesura del dios Krishna en el pueblo de Vrindavan, donde miles de devotos le replican ahora con un bombardeo de polvos verdes o rojos.


Oleadas de seguidores de Krishna, encarnación divina del gozo y del amor, penetran de manera ininterrumpida en el Bankey Bihari, el principal templo dedicado a la deidad en Vrindavan (norte), para rendirle pleitesía con cantos, rezos y mucho "gulal" o polvos de colores.


Como en un campo de batalla, los fieles lanzan puñados de "gulal" que estallan en el aire en dirección a la estatua de Krishna situada en un pequeño altar, y que es escoltada por varios sacerdotes, que responden arrojando a los feligreses agua tintada de rojo.


Narra la tradición hindú que el eterno adolescente Krishna, que en sánscrito significa "negro" en relación a su tono de piel, sentía envidia de la tez clara de su amada Radha, por lo que aconsejado por su madre untó la cara de su querida con polvos de colores.


En un país como la India, de marcadas clases sociales y castas, la llegada de Holi con la primera luna llena de marzo supone, al menos por un día, el fin de las desigualdades.


Hoy es casi imposible huir en las calles indias a la batalla de Holi, donde pandillas de amigos o en solitario, algunos de ellos colocados con la tradicional bebida de "bhang" de leche con cannabis y armados con pistolas de agua mezclada con colores, disparan a discreción contra todo lo que se que topen a su paso.


"Es Holi", responden ante cualquier reprimenda como si de un salvoconducto se tratara, en un día en el que la diferencia entre sexos está más diluida que nunca, con un contacto entre hombres y mujeres poco habitual en la timorata sociedad india.


En Bankey Bihari la espiritualidad vence a lo carnal, y aunque no hay campanas como en otros templos hindúes, el canto a la flauta de Krishna, "que recita el nombre de Radha", como reza la letra, lo inunda todo, al tiempo que los devotos ofrecen al dios dulces y flores.


Pero Krishna no siempre está visible. Oculto tras una cortina, los sacerdotes corren la tela durante unos segundos, momento en el que los creyentes estallan en éxtasis con los brazos en alto lanzando los polvos de colores contra la deidad, hasta que el negro Krishna vuelve a desaparecer.

"Lo ocultan tras una cortina una y otra vez para que nuestro señor no sea tentado por alguien y abandone el lugar solo, porque es un niño, y los niños van a todo lugar donde perciban el amor de una madre", explicó el santón hindú Nagri Dasji Maharaj.


Las que sí lograron salir este año al otro lado de las cortinas fueron un millar de viudas que, apoyadas por una ONG local, celebraron Holi por primera vez en el interior de un templo en Vrindavan acompañadas de 12.000 kilos de polvos de colores.


Cuatro años después de aventurarse a festejar Holi por primera vez, las viudas, vetadas por el hinduismo para participar en festividades, han ido un paso más allá para adentrarse en otro de los principales templos de Vrindavan, el centenario Gopinath.


"Antes un templo para ellas era un lugar para mendigar y cantar salmos, no se les permitía jugar a Holi ni a ningún otro ritual", dijo la encargada de organizar el evento, Vinita Verma, de la ONG Sulabh International, aunque reconoció que fue "difícil" obtener el permiso de las autoridades religiosas.


Vrindavan es conocido por ser el lugar al que se retiran muchas mujeres indias tras enviudar después de ser excluidas por la sociedad.

Ello implica con frecuencia raparse la cabeza, abstenerse de usar maquillaje y ornamentos, descartar los vestidos coloridos y optar por el blanco.


Una austeridad que Holi transformó por un día en una explosión de colores. 

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