​La "doctora" deja paso al "ingeniero"

La "señora" ha ejercido una Presidencia muy centralizada y marcada por su impronta personal.

Cristina Fernández
Cristina Fernández
David Fernández

El triunfo de Mauricio Macri en Argentina no solo adelanta una nueva etapa política sino un giro radical en el estilo de Gobierno tras doce años de kirchnerismo.


Cristina Fernández, de 62 años y abogada de profesión, la "doctora" o la "señora", como se la conoce en círculos políticos, ha ejercido una Presidencia muy centralizada y marcada por su impronta personal.


Con una larga carrera a sus espaldas que estrenó como senadora, mientras su esposo y antecesor en el cargo, el fallecido expresidente Néstor Kirchner, era aún gobernador de la sureña provincia de Santa Cruz, Fernández está muy acostumbrada a la lidia política.


Capaz de pronunciar largos discursos sin guión, durante sus ocho años en el poder, la presidenta argentina ha demostrado que no sufre pánico escénico.


A falta de ruedas de prensa y de reuniones del Gabinete de ministros, ha utilizado la "cadena nacional" -ha llegado a encabezar 42 en 43 semanas- para informar a los ciudadanos de sus decisiones de Gobierno.


En sus apariciones públicas, los argentinos la han visto llorar, reír, bailar, gritar y hasta regañar a sus ministros y lanzar un mensaje que ha terminado por cansar a la sociedad argentina y que bien puede resumirse en "si no están conmigo, están contra mí".


Durante estos ocho años, todos los asuntos del día a día del Gobierno argentino han pasado por sus manos y se han resuelto, con frecuencia, en la residencia de Olivos -y no en la Casa Rosada, sede del Ejecutivo-, tras consultas con su círculo íntimo, en el que está su hijo Máximo.


Su sucesor, Mauricio Macri, un ingeniero de 56 años, llega como abanderado del cambio, acompañado por un nutrido grupo de profesionales y presumiendo de un talante de diálogo y moderación.


"Macri no comparte la idea de las dos trincheras", dijo recientemente Marcos Peña, mano derecha del presidente electo de Argentina.


Durante sus ocho años de gobierno en la ciudad de Buenos Aires, Macri se ha caracterizado por la moderación en las formas, con un estilo que progresivamente se ha ido transformando para hacerse más cercano al ciudadano y una buena estrategia de comunicación que ha logrado dejar en segundo plano, para la gran mayoría, las lagunas en su gestión, básicamente en temas relacionados con servicios públicos básicos, como vivienda, educación y sanidad.


Ni siquiera durante la agotadora campaña electoral que ha vivido Argentina este año Macri ha abusado del tiempo en sus discursos públicos.


En su cierre de campaña, el pasado jueves, habló solo once minutos para insistir en la necesidad de cambio, el eje de la "revolución de la alegría" que ha marcado su estrategia electoral y le ha llevado a la victoria.


"El gobierno de Cristina Fernández ha tenido tintes bastante autoritarios", resume la analista Celia Kleiman, de la consultora Polldata, que considera a la presidenta "una líder carismática particular", capaz de arengar a las multitudes, pero no de otros gestos de cercanía con la población.


Por el contrario, Macri, opina la analista, ha logrado forjarse una imagen más cercana con una campaña que le ha llevado a los barrios, al contacto directo y que le ha permitido abrir "un vínculo con el ciudadano común".


"Como ingeniero que soy, no voy a hacer cadena todas las semanas", dijo Macri hace unas semanas.


Hoy, emocionado tras su triunfo, convocó a quienes no le votaron a sumarse a este "cambio de época" que mira al futuro y que "no puede detenerse en revanchas o ajustes de cuentas".


"Esta Argentina que soñamos no va a ser fruto de un iluminado, de uno que lo sabe todo. Eso no existe", anunció.


"Estoy acá porque ustedes me llevaron hasta este lugar. Les pido, por favor, no me abandonen", concluyó.


Un adelanto del nuevo estilo que viene en Argentina

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