Grecia vive la negociación con sentimientos encontrados

Desde la clase política hasta los ciudadanos, el pueblo heleno espera la resolución de las reuniones.

Un hombre pasa frente a una pared con un 'grafitti' anti austeridad
Grecia vive la negociación con sentimientos encontrados
AFP

Grecia sigue las negociaciones en Bruselas con la sensación de que todo intento de ganar la confianza de los socios es en vano, pues a cada oferta para recuperar credibilidad, le siguen nuevas exigencias.


Mientras todo indica que la cumbre no será el final del calvario, y que en el mejor de los casos se exigirá al Gobierno heleno la casi imposible tarea de legislar un paquete de medidas en un par de días, lo que se siente en Grecia es que todo lo que se hace es poco y que en realidad de lo que se trata es de forzar un cambio de Gobierno.


"Lo que se juega es a humillar a Grecia y a los griegos o a derrocar al Gobierno de Tsipras", dijo el vicepresidente del Parlamento Europeo y miembro del partido gubernamental Syriza, Dimitris Papadimulis en declaraciones a la cadena privada de televisión Mega.


Papadimulis es uno de los pocos políticos que se ha pronunciado en este crucial domingo, en el que cualquier palabra puede ser malinterpretada. Pero opiniones como la cuya existen también en el mismo seno de la Comisión Europea, y la cadena privada Skai recogía el testimonio de un funcionario del Ejecutivo comunitario que no ocultaba su malestar con la actitud que está teniendo Alemania en esta negociación.


"Aunque (el ministro griego de Finanzas, Euclides) Tsakalotos se cortara una pierna, a los alemanes les parecería poco", señalaba esta fuente en declaraciones citadas por Skai, para añadir que el nuevo ministro de Finanzas "tiene buenas maneras" y está dispuesto a hacer todo lo que haya que hacer para lograr un acuerdo. "¿Qué más se puede hacer para recuperar confianza?", se preguntaba.


Los acontecimientos de las últimas horas apuntan a que el primer ministro griego, Alexis Tsipras, deberá buscar nuevamente el apoyo de la oposición para lograr la aprobación de las leyes que los socios exigen como prenda inmediata.


Ya la votación en la madrugada del sábado que dio a Tsakalotos un mandato para negociar en Bruselas, tan solo logró prosperar gracias al respaldo -y fuerte- de la oposición, pues un total de 17 diputados de Syriza se abstuvieron, se ausentaron o votaron en contra.


Entre las abstenciones figuraron las del ministro de Energía, Panayotis Lafazanis, portavoz de la corriente más izquierdista de Syriza, así como del ministro adjunto de Seguridad Social, Dimitris Stratulis, que previsiblemente deberán dejar sus cargos en los próximos días en aras de una mínima estabilidad gubernamental.


Sin embargo, los analistas coinciden en que una vez aprobadas las leyes en cuestión y obtenidas las primeras inyecciones de liquidez que permitan la reapertura de bancos, Tsipras deberá dar pasos adicionales. Posiblemente deberá formar una coalición de Gobierno más amplia, cuya finalidad será mantener la estabilidad necesaria hasta la convocatoria de nuevas elecciones, quizás en otoño.


Mientras, en la calle, se respira una mezcla de fatalismo, rabia hacia el Gobierno por incumplir todo lo prometido e ira hacia países como Alemania, a la que se ve como el obstáculo principal. Muchos griegos tienen estos días sentimientos encontrados, pues a pesar de que lo que más quieren es que se acabe el calvario de las negociaciones y que vuelvan a abrir los bancos, se sienten traicionados por un Gobierno al que votaron para que rompiera con el círculo vicioso de la austeridad.


Hay ciudadanos que simplemente se han entregado al fatalismo, como Kostas, un quiosquero de unos 30 años, quien asegura que "al fin y al cabo no podemos influir en lo que haya de venir", y se tranquiliza pensando en que lo que vendrá, "será por igual para todos".


Luego están los que recurren al sarcasmo como otro Kostas, un tendero de 50 años, quien opina que ya que todo está en manos de las decisiones de los alemanes, deberían mandar a Grecia a sus lugartenientes y gobernar ellos

Kostas no solo siente ira hacia los acreedores sino también hacia el Gobierno. "Si votas 'no' (en alusión al referéndum) y sale 'sí', me pregunto qué sentido tienen las elecciones y para qué sirve la democracia", añade.


"Yo siempre voté a la derecha, pero al ver lo inepto que fue el Gobierno Samarás-Venizelos (coalición de conservadores y socialdemócratas) a la hora de lidiar con la crisis, opté por darle mi voto a Syriza. Ahora han demostrado ser aún más ineptos", dice Yorgos, un basurero de un pequeño pueblo que no ha cobrado este mes, porque el municipio ha tenido que ceder todas sus reservas al Estado.

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