Morales encara su último mandato sin un sucesor claro

Las cifras económicas respaldan su década de Gobierno pero el 45% de los bolivianos aún son pobres.

Evo Morales inicia este jueves su último mandato tras casi una década de Gobierno en la que ha protagonizado hitos históricos, como la resurrección económica de Bolivia, a pesar de lo cual su Presidencia ha estado continuamente amenazada por los conflictos sociales, por lo que la falta de un delfín político "le quita el sueño".


Morales jurará el cargo por tercera vez consecutiva en una ceremonia que se celebrará en la Asamblea Legislativa, tal y como marca el protocolo boliviano, y a la que asistirán delegaciones de unos 40 países, entre ellos España, que esta vez estará representada por el presidente del Congreso, Jesús Posada.


Aunque se trata de la última investidura de Morales, puesto que constitucionalmente ya no puede aspirar a la reelección, apenas estará arropado por sus colegas regionales. De momento, solo han confirmado su asistencia los presidentes de Venezuela, Nicaragua, Ecuador, Brasil, Paraguay, Costa Rica y Trinidad y Tobago. Destaca la ausencia de su homóloga chilena, Michelle Bachelet. La Moneda ya anunció el pasado mes de diciembre que la presidenta no acudiría a la toma de posesión de Morales por motivos de agenda, pero en el fondo subyace el litigio que ambos países mantienen en la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por una salida al mar para Bolivia.


En medio de esta pompa Morales arrancará el que será su último mandato como presidente de Bolivia, algo que el gobernante Movimiento Al Socialismo (MAS) vive con especial nerviosismo por la incertidumbre de qué pasará tras el adiós definitivo del carismático líder indígena.


Morales ya ha anunciado que en 2020, cuando culmina su mandato constitucional, abandonará la política activa. "Mi deseo es volver a El Chapare", ha confesado recientemente. Su intención es abrir un restaurante "y hacer plata como mesero". "Vamos a cobrar baratita la comida y cara la foto", bromeaba. No obstante, es consciente de que su retirada, después de diez años en los que ha ejercido un liderazgo hegemónico, amenaza la continuidad del MAS en el poder, a pesar de que la oposición no está en condiciones de ser alternativa de Gobierno, por la falta de un sucesor claro. "Es una preocupación que a veces no me deja dormir", ha revelado.