La Explanada de las Mezquitas, un conflicto político y religioso

La Policía israelí ha reabierto al rezo musulmán el tercer lugar más sagrado del islam.

Vista de la Cúpula de la Roca (c) en la explanada de las mezquitas desde el Monte de los Olivos en Jerusalén
La Explanada de las Mezquitas, un conflicto político y religioso
Efe

En un artículo publicado, Nahum Barnea, uno de los periodistas más reputados de Israel, recordaba que cuando en 1967 el general israelí Moshe Dayan negociaba el estatus de la Explanada de las Mezquitas o Monte del Templo, los judíos no rezaban allí.


Y no lo hacían porque legalmente está prohibido. Según las leyes judías es un espacio que no se debe pisar por temor a profanar el Sancta Santorum, y vedado hasta que el mesías construya el anhelado Tercer Templo.


"La prohibición religiosa judía de hacerlo facilitó que Dayan entregara el control del Monte del Templo a la oficina de asuntos religiosos musulmana (Wafq), bajo la supervisión y la presencia de la Policía israelí", señaló Barnea.


Un estatus que representaba una continuidad en el tiempo, ya que la gestión de este área ha estado casi siempre en manos islámicas desde que en el siglo VII, Amr ibn al As conquistara la ciudad santa.


Y que desde hace apenas unos años, radicales de ambas religiones pretenden cambiar en su propio beneficio, a veces incluso contra los preceptos religiosos. "A lo largo de los años, los fanáticos de los dos lados tratan de cambiar las normas del juego, el jeque Raed Salah por una parte y miembros de las organizaciones judías clandestinas, pero las reglas se mantienen", subrayaba Barnea.


Uno de los que más han luchado en el bando judío es el rabino Yehuda Glick, a quien anoche un presunto pistolero palestino trató de asesinar a tiros al termino de su conferencia "Israel vuelve al Monte del Templo". Pelirrojo, su figura era una presencia habitual en torno a la explanada que precede al Muro de las Lamentaciones, último vestigio del segundo Templo destruido por el general (y luego emperador) romano Tito en el año 70 y lugar más sagrado del judaísmo.


Glick, rememoraba Barnea, se presentaba como guía turístico y siempre tenía problemas con la policía, que le impedía subir y trataba de alejarlo de la explanada, ya que su presencia generaba protestas. "Su misión en la vida era quebrar el estatus quo del Monte del Templo. Otros han trabajado para el mismo objetivo durante años, pero ninguno de una forma tan adictiva como lo hacía Yehuda Glick", agregaba.


Una pasión que llevaba a los pasillos del Parlamento israelí, que había contagiado a líderes de la ultraderecha nacionalista y sionista, y que ahora Barnea cree ha devenido en un verdadero peligro.


"Esto es malo y preocupante. De todos los lugares de Jerusalén, el Monte del Templo es el más sensible, el más cargado y el más peligroso", subrayó en el diario "Yediot Aharonot", el de mayor tirada en Israel.


"Tiene la capacidad de convertir nuestro conflicto nacional en una guerra de religión. Es mejor dejarlo de lado: esta pira debe ser extinguida, no se debe poner más fuego sobre ella", advirtió.


Un aviso que hoy volvieron a obviar los líderes de ultraderecha, inscritos en el gobierno, que pidieron al primer ministro, Benjamin Netanyahu, modificar el estatus quo en respuesta al ataque contra Glick, quien se debate entre la vida y la muerte.


Desde que en 1994 Jordania e Israel firmaron un acuerdo de paz, estas quince hectáreas en el corazón del casco antiguo están bajo supervisión del ministerio de Asuntos Religiosos hachemí.


En su cima destacan la Cúpula dorada de la Roca y la mezquita de Al Aqsa.