ZMapp, un rayo de esperanza demasiado débil todavía

Las expectativas despertadas por el fármaco experimental están aún lejos de hacerse realidad.

Las expectativas despertadas por el Zmapp, el fármaco experimental que ha permitido la curación de los norteamericanos Kent Brantly y Nancy Writebol, están aún lejos de hacerse realidad: el suero requiere numerosas pruebas complementarias y las dosis elaboradas están ya agotadas.


Las investigaciones en curso deben demostrar, entre otras cosas, hasta qué punto ha sido decisiva la aplicación del suero para salvar la vida de estos dos pacientes, ya que el español Miguel Pajares falleció a pesar de que también lo había recibido.


José Ramón Arribas, jefe de la unidad de infecciosos del servicio de Medicina Interna del Hospital La Paz en Madrid y responsable del equipo que atendió en el Hospital Carlos III a Pajares, no ha revelado, por expreso deseo de su paciente, si el Zmapp logró algún resultado con él.


No obstante, y tras insistir en que "queda mucho tiempo" para conocer si el suero experimental servirá de manera eficaz en la lucha con la enfermedad, ha recordado que a pesar de su elevado nivel de mortandad "las personas pueden curarse definitivamente de ébola" y que los supervivientes ayudarán desde el punto de vista científico a descubrir cómo derrotarlo.


En la actualidad, el Zmapp está siendo administrado a tres médicos liberianos infectados por el ébola que, según han asegurado las autoridades del país africano, han mostrado "signos de mejoría" pero la compañía estadounidense Mapp Pharmaceuticals ha advertido esta semana de que las dosis elaboradas "ya están agotadas".


El actual brote de ébola es el más grave conocido hasta el momento, con al menos 1.350 muertos según cifras facilitadas esta semana por la Organización Mundial de la Salud (OMS).


El virus no tiene tratamiento específico ni mucho menos vacuna y, hasta hace poco, no despertaba demasiado interés en la comunidad farmacéutica: aunque fue identificado en 1976, el hecho de que sólo afectara a nativos del África Occidental sin grandes recursos desmotivaba la investigación en un sector que da prioridad a los fármacos que puede vender a buen precio en el mundo desarrollado.


La situación ha cambiado a raíz del último brote que surgió hace unos meses en Guinea-Conakry, se expandió a Sierra Leona, Liberia y Nigeria, y terminó "saltando" al mundo desarrollado con los casos de Brantly, Writebol y Pajares.

La OMS ha convocado para la primera semana de septiembre en Ginebra una reunión extraordinaria de expertos a fin de debatir sobre la aplicación de terapias experimentales, previa autorización de un grupo de expertos en ética.


El uso de estos tratamientos en seres humanos es un tabú médico internacional desde finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando se conocieron públicamente los ensayos médicos con prisioneros en algunos campos de concentración que motivó la publicación del Código de Ética de Nuremberg en 1947.


Este documento recoge una decena de puntos para aplicar estas pruebas que incluyen el consentimiento voluntario e informado del paciente, evitarle cualquier sufrimiento físico o mental innecesario o permitirle que decida interrumpir el tratamiento en cualquier momento.


Ahora, la OMS cree que la situación es tan grave que amerita el ensayo de algunos de los sueros actualmente bajo investigación, aunque no sean seguros para las personas y puedan provocar efectos secundarios graves o, simplemente, no funcionar.


Pese a la urgencia de su convocatoria, que queda un largo camino por recorrer: a modo de ejemplo, la farmacéutica Pfizer, una de las más importantes del mundo, revela en sus protocolos de investigación y desarrollo que lanzar una medicina fiable al mercado requiere un promedio de 12 años de investigación previa y una inversión de "más de 800 millones de dólares" con la elaboración de pruebas clínicas en "aproximadamente 8.000 pacientes".


Cualquier fármaco pasa por cuatro fases de investigación antes de su comercialización y, sólo en la primera fase, suele involucrarse a un mínimo de un centenar de personas, cifra muy lejana a la probada con el Zmapp.


Otras posibles soluciones se encuentran también en un estado incipiente de investigación y lejos de su uso masivo, desde el TKM-Ébola de la compañía canadiense Tekmira, hasta la vacuna experimental de los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. y la Universidad Thomas Jefferson.