Las islas escocesas quieren su propia autonomía

Edimburgo y Londres se afanan por ganar el voto de los habitantes de las Shetland, una potencia en recursos naturales afín a Noruega.

Islas Shetland
Las islas escocesas quieren su propia autonomía
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Entre todas las proclamas constitucionales que se ocupan de Escocia y de Reino Unido en estos días, ninguna es más extravagante que la de Stuart Hill, autodenominado ministro principal de Forvik, que ha constituido una 'dependencia de la corona' en una isla a la que llegó de mala manera, en agosto de 2001, rescatado por un helicóptero tras haberse dormido en su bote, antes de que volcase.


Cinco lanchas guardacostas y otro helicóptero ya lo habían socorrido en su periplo desde Manningtree, en el sudeste de Inglaterra. Quería circunnavegar el país en un chinchorro con vela de bricolaje y rechazó varios rescates. "Esos servicios están ahí para usarlos, el único gasto ha sido el diésel", replicó cuando le reprocharon el coste de su imprudencia al hombre ya bautizado como 'Capitán Calamidad'. 


Del hospital se fue a Forewick Holm, un islote de una hectárea, deshabitado, que él dice que le regaló su propietario, que se lo reclama por impago. Ha construido allí una casa que tiene las hechuras para vivir que tenía aquel barco para navegar, la rebautizó Forvik, la declaró independiente y emitió un comunicado lamentando que no pudiera ofrecer asilo a John Snowden, el americano que filtró documentos de los servicios de seguridad, porque allí no pueden aterrizar grandes aviones rusos.


Ha presentado ahora una demanda para impedir que se celebre en las islas Shetland, en cuyo archipiélago está Forvik, el referéndum por la independencia. Sabe que los jueces no le harán caso, pero este marino y jurista aficionado lleva años provocando a la Justicia escocesa para que le denuncie, le arreste, le encarcele y le permita al fin presentar ante un tribunal su caso, que tiene alguna miga.


Por estas islas donde habitan unas 20.000 personas han pasado vikingos noruegos, pobladores escoceses, ingleses, marinos españoles de la Armada de Felipe II, empleados de nacionalidad diversa en las empresas petrolíferas o de energías renovables. Y Hill dice que no pertenecen 'de iure' ni a Escocia ni a Reino Unido.


¿Quién puede mostrar el documento en el que el rey Cristián I de Dinamarca y Noruega cedió en perpetuidad las Shetland y las Orcadas a su yerno, Jacobo III de Escocia, en 1468, después de dárselas temporalmente como garantía del futuro pago de la dote de su hija Margarita? Quizá no existe tal documento, pero han sucedido muchos actos constitucionales desde entonces, le dicen, sin que nada le convenza.


El inglés es un excéntrico, pero los habitantes de las Shetland no visten faldas en sus fiestas ni tejidos de tartán. Tienen muchas afinidades con los noruegos, con quienes comparten apellidos y toponimias, rasgos de su dialecto, la colaboración contra los nazis en la Segunda Guerra Mundial, relaciones vecinales. Un vuelo a Bergen dura quince minutos más que el de Aberdeen.Beneficios y reformas


Hill no es el único litigante que habita las Shetland. Un vecino de Lerwick, en la isla Shetland, y una de Stornoway, en la de Lewis (islas Occidentales), presentaron al final de abril una petición al Parlamento para celebrar, siete días después del referéndum sobre la independencia, otro, en los tres archipiélagos escoceses, para decidir si quieren permanecer en caso de victoria del 'sí'. Su petición fue rechazada. El sentimiento de autonomía es antiguo y el Consejo de las Islas, que agrupa a los tres que administran los intereses de los 70.000 pobladores de las Shetland, las Orcadas y las Occidentales (o Hébridas exteriores), acordó en junio de 2013 un documento en el que, aprovechando el debate constitucional, pedía a Edimburgo y a Londres que, cualquiera que fuese el resultado, se oyera su reclamación.


Las Shetland y las Orcadas tienen una tradición política liberal-demócrata y las Occidentales (gaélicas) eligen diputados del Partido Nacional Escocés. Todos se han unido para reclamar que más beneficios de la explotación de recursos energéticos -un tercio del petróleo del Mar del Norte, enorme potencial de renovables- queden en sus comunidades y que su voz y sus problemas sean oídos en las capitales.Pacto de honor


El Gobierno escocés respondió en junio. Creará un ministro para las Islas, intentará que tengan representante en el comité europeo de regiones, las leyes se aprobarán tras comprobar su efecto en las islas. El Ministerio para Escocia, dirigido por Alistair Carmichael, diputado por Orkney y Shetland, selló el viernes un pacto de honor para celebrar una reunión anual entre ministro y consejo y crear un mayor vínculo administrativo.


Pero el Ejecutivo de Salmond ha ofrecido algo más. Si gana la independencia, todas las rentas por licencias para extender cables y oleoductos submarinos o crear piscifactorías, que ahora ingresa el Patrimonio de la Corona, titular de los recursos costeros de todo Reino Unido, irán a las arcas de las islas. Carmichael sólo ha podido prometer que se les dará cada año una explicación de las cuentas del ente estatal.


También el viernes, una compañía petrolífera, Xcite Energy, anunció el hallazgo de un pozo en el este de las Shetland que dará 317 millones de barriles durante 35 años. Y BP, opuesta a la independencia, está explorando en otra zona, envuelta en rumores de que ha encontrado un pozo con enormes reservas. La travesía política del 'Capitán Calamidad' parece en estas circunstancias destinada también al naufragio.