Colombia

Mary Luz Avendaño: "El exilio es una muerte lenta"

La periodista colombiana presentó en Zaragoza la campaña de adopción de defensores de los Derechos Humanos de Amnistía Internacional.

Mary Luz Avendaño durante un acto con miembros de Amnistía Internacional
Mary Luz Avendaño durante un acto con miembros de Amnistía Internacional
Javier Blasco

¿Qué problemas que tienen los defensores de los Derechos Humanos en su país?

Los que vulneran los derechos son personas u organizaciones muy poderosas. Por ejemplo, hay personas que están pidiendo la devolución de tierras arrebatadas por paramilitares que hoy están en manos de grandes terratenientes, empresarios, políticos... Cuando pides que se devuelvan, eres víctima de amenazas y homicidios. Igual que cuando preguntas dónde están los desaparecidos en manos de la guerrilla, los paramilitares o el Estado. Hay mucha gente que está alzando su voz y sufre esas consecuencias.


¿Cuál es la situación de los periodistas?

Cuando decidimos publicar ciertos temas, como el narcotráfico, la guerrilla, la corrupción, el paramilitarismo, hay unas consecuencias. Muchos periodistas decidimos asumir el riesgo, mientras otros prefieren no hacerlo, lo que es respetable. Depende de la zona donde estés, de tus condiciones de vulnerabilidad, laborales...


Usted tuvo que salir de su país el año pasado tras recibir amenazas de muerte, después de publicar artículos sobre narcotráfico y la corrupción. ¿Cómo recuerda ese momento?

Todo el mundo me decía que tenía que salir pero yo seguía aferrada a la idea de que las cosas se iban a mejorar. Cuando tomas la decisión es un golpe, porque es un desarraigo total. Dejas tu trabajo, tu familia, tus amigos, tu país, todo lo que has sido y te enfrentas a otra realidad que no conoces. Vives en una incertidumbre permanente, sin saber si vas a poder regresar o no. Cuando llegué a Lima en primera instancia y me paré en la calle, yo me sentía invisible porque nadie te reconoce y tú no reconoces a nadie. El exilio es una muerte lenta, siempre estás añorando lo que tienes sin saber si vas a poder recuperarlo o no.


¿Cree que podrá volver?

Esa es la esperanza siempre. Las cosas van calmándose un poco, pero cuando está cercano, me da miedo y me pregunto si voy a ser capaz. No sé qué voy a sentir cuando toque suelo colombiano. Pero quiero estar allí, porque allí están mi familia, mis amigos, mi carrera profesional...


¿Cuál es el papel del Estado en la protección de los amenazados?

Hay mecanismos, pero no son ágiles y en muchos casos terminan siendo asesinados. En mi caso, desde el primer momento la policía de Medellín me brindó un esquema de seguridad, mientras llegaba la decisión del Ministerio de Interior. El comandante de la policía me decía: “yo sé que por esto me pueden destituir, pero prefiero que lo hagan porque la estoy protegiendo que no porque la asesinaron y no hice nada”. Dos meses después me llamaron del ministerio para decirme que me van a enviar un chaleco antibalas. ¿Para qué quiero un chaleco, si los sicarios disparan a la cabeza? La autorización del esquema de seguridad llegó en febrero, cuando yo ya estaba fuera del país. Pasaron más de seis meses en los que me hubiesen podido matar. Es cierto que hay gente que se inventa las amenazas; es un asunto complejo, pero podrían idearse mecanismos para acelerarlo.


¿En qué momento se encuentra la lucha contra el narcotráfico?

La policía y el ejército hacen una lucha frontal contra las organizaciones, llámese guerrilla o narcotraficantes, y eso se ve. Todos los días hay capturas de mandos medios y grandes capos. Existe voluntad, pero es un negocio tan lucrativo que muchísima gente está metida y la estructura está tan bien montada que capturan a un capo, pero inmediatamente está el reemplazo. Pero si se consigue la desmovilización de las FARC, el gobierno solo tendría que enfocarse en un problema.


¿Cómo es la colaboración con los países limítrofes para acabar con estos problemas?

En el tema del narcotráfico ha mejorado muchísimo, en el de la guerrilla no tanto porque hay algunos muy permisivos. En el caso de Venezuela: para nadie es un secreto que son benévolos con las FARC, pero sí que han sido muy colaboradores contra los narcos, porque se han capturado varios narcos en su territorio. En la región se ha entendido que no es problema de un país, sino de todos.


¿Cómo ve las negociaciones de Colombia con las FARC?

El hecho de que se sienten a negociar abre un poco de esperanza. Pero no soy optimista, porque las FARC han sido arrogantes toda la vida y por las últimas declaraciones todo apunta a que siguen en la misma línea Otra cosa que preocupa es que se convierta en un proceso de impunidad. Hay que ceder, como en todo proceso de negociación, pero hay que saber hasta dónde. Las FARC siguen negando que tienen secuestrados en su poder a pesar de que las cifras lo demuestran. También piden una amnistía total para ellos, a lo que la mayoría de los colombianos contestamos que no es posible, hay que pagar por los crímenes. A los paramilitares se les exigió que fueran a la cárcel y el máximo de pena fueron 8 años. Las FARC han dicho que ellos no pretenden ir ni un segundo a la cárcel.