El Gran Bob: "Soy de menú infantil, de espaguetis y milanesa"

El músico y hostelero Gran Bob ejerce desde hace 30 años en Vinos Chueca, en Casetas.

El músico El Gran Bob, en Vinos Chueca, en Casetas.
El músico El Gran Bob, en Vinos Chueca, en Casetas.
Francisco Jiménez

Roberto Artigas es músico y hostelero. Su nombre artístico es El Gran Bob y detrás de la barra ejerce en Vinos Chueca, en Casetas, desde hace 30 años. A la mesa se define en tono jocoso como "un tripero". En este término engloba lo feliz que se siente alrededor de un pincho de tortilla, croquetas, vinagrillos y torreznos.

Básicamente, es lo que Roberto ofrece en Vinos Chueca, cuyo fuerte es el laterío de calidad a precios que no admiten comparación posible en Zaragoza. Contemplar sobre el plato la ración de Bahía de Cochinos (bonito del norte en escabeche, aceitunas sevillanas, pepinillos gourmet navarros y anchoas en aceite del Cantábrico) a 9,80 euros –"me da un poco de miedo dar el salto a los dos dígitos, pero tal y como se está poniendo todo...", reflexiona– es un auténtico espectáculo.

Roberto tiene arte para que en el plato todo quede perfecto. Es algo que valora a la hora de dar colorido a sus combinados o en su faceta de pintor y fotógrafo aficionado. "Me gusta que las cosas queden bonitas, así que cuido mucho la estética".

No se considera un gran cocinero, pero entiende que es un gran acto de amor hacia los demás. "Es lo que vivo cada día de la mano de mi suegra, que a los 80 años sigue cocinando como los ángeles y no puedo estar más agradecido", comenta.

A raíz de la pandemia, Gran Bob reconoce que intenta poner en práctica ese espíritu a la hora de la cena. "Por la mañana ya estoy pensando en qué preparar cuando llegue mi mujer". Una herramienta que acaba de descubrir y que le evita muchos quebraderos de cabeza es la freidora de aire. "Es una maravilla, pones unos espárragos trigueros con cuatro cosas y queda espectacular, pero lo mismo sirve para un pescado que para preparar una hamburguesa".

En cualquier caso, la mejor descripción que encuentra de su relación con la gastronomía es la que ha acuñado su mujer. "Ella me dice que soy de menú infantil, de espaguetis y milanesa". De alguna forma, es uno de los recuerdos que le quedan de las comidas familiares. "Éramos cinco hermanos y todos triperos, así que mi madre se daba unas panzadas tremendas en la cocina".

De esa etapa rememora la profesión de su padre, que tenía la pescadería a 50 metros de Vinos Chueca. "De adolescente me tocó madrugar mucho para ir primero al centro cívico Delicias y luego a Mercazaragoza", asegura.

También le ha quedado la costumbre de cenar pescado bastante a menudo. "El filete de gallo rebozado era un clásico en casa y también la merluza congelada". De su padre, la única receta que sigue teniendo muy presente es la de chicharro encebollado: "Lo bordaba".

Gran Bob está satisfecho del equilibrio que ha conseguido alrededor de su doble condición de artista y hostelero. "El de la música es un camino largo y tortuoso, y haberlo recorrido con el afán de ganarme la vida con él tal ve me hubiera convertido en un amargado", reconoce.

Hoy toca media docena de instrumentos y está feliz actuando con su banda 'Los Leones del Bluegrass', con la que, por cierto, estará en el festival Vive Latino el 9 de septiembre. Al mismo tiempo mantiene su taberna/museo donde plasma otra de sus aficiones, el coleccionismo, teniendo claro que "la clave de la existencia y de la resistencia es la falta de éxito, estar al límite de la desaparición, que es un poco donde me encuentro; ya sé que no me voy a hacer rico, pero estoy feliz".

Roberto tiene el reconocimiento de sus vecinos, de los zaragozanos que se acercan al bar cada fin de semana –sobre todo este de las fiestas en el barrio–, y de clientes de paso de toda la vida "que no dudan en hacer un alto cuando viajan entre el País Vasco y Cataluña". Con eso le sobra. Su laterío y, sobre todo, su vermú casero con sifón siguen teniendo mucho tirón. "El Gran Wyoming vino un día a merendar y al poco tiempo me envió unas cajas del vermú que elabora su hermana, pero me quedo con el clasicismo del mío", recuerda.

Algunos de los platos más emblemáticos de Vinos Chueca, en Casetas.
Algunos de los platos más emblemáticos de Vinos Chueca, en Casetas.
Francisco Jiménez

Un hostelero empoderado

Entre los compromisos musicales y el día a día en Vinos Chueca, a Roberto Artigas no le queda mucho tiempo para salir, pero cuando lo hace se decanta por sitios cercanos como el restaurante Dgusta de Utebo (calle de Pablo Serrano, 5), donde la calidad, la creatividad y el precio encajan con sus gustos. 

El Picadillo (calle de Manifestación, 13) es otro de sus templos gastronómicos. "He tocado mucho en la Campana, que está al lado, y para mí ofrece todo lo que necesito para ser feliz; además, me encanta ese rollo de hosteleros antiguos y empoderados que transmiten los dueños sorianos porque siento que yo soy un poco así".

Roberto es un buen aficionado al ciclismo y los paseos en bicicleta entre Casetas y Zaragoza son habituales. "Hay muchas tardes que me acerco al Nevada y vuelvo con unos bocadillos o unas hamburguesas", sonríe.

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