gastronomía

Molarepa da un salto de calidad en la calle Santa Catalina

Este restaurante venezolano se traslada unos metros para poder atender a alrededor de 150 comensales.

Maryori Urdaneta, al frente de su proyecto gastronómico: Molarepa
Maryori Urdaneta, al frente de su proyecto gastronómico: Molarepa
Aldo Briceno

La venezolana Maryori Urdaneta huyó hace unos años de la difícil situación que se vivía en su país y encontró un asidero en Zaragoza y en la gastronomía. Molarepa fue el proyecto con el que empezó todo en 2016: al principio, en un pequeño local con muchas deficiencias en la calle Santa Catalina; tres años después, con otra Molarepa en la calle Albareda y, desde hace unos días, con la apertura de un nuevo establecimiento en el número 1 de la misma calle Santa Catalina, pero mucho más grande, que sustituye al primero.

"Casi todo lo que visualizo en mi vida se me concede", confiesa Maryori. Lo tenía difícil para conseguir el traspaso de su nuevo proyecto y dejar el local donde empezó todo, "pero al final se han dado las circunstancias para que suceda".

Por supuesto, ella ha puesto mucho de su parte y, sobre todo, el deseo irrefrenable de que todas las personas que acuden a Molarepa se sientan acogidas y puedan degustar sus platos. "Al principio, sobre todo, como era tan pequeño, siempre estaba lleno, pero nos las ingeniábamos para atender a todo el mundo", recuerda.

Esta inquietud le llevó, antes incluso de la pandemia, a ser uno de los negocios de Zaragoza mejor posicionados en los servicios de comida para llevar y recoger en el local. E, incluso, para hacerse un hueco con una 'food truck' en la primera edición del festival Vive Latino.

Receta de cachapa del Molarepa
Receta de cachapa del Molarepa
Aldo Briceno

En la recién estrenada Molarepa, Maryori no va a tener ese problema. Tiene capacidad para alrededor de 150 comensales. Además, la planta sótano todavía no la ha reformado, pero caben otras tantas personas, "así que si la cosa va bien hay espacio de sobra para seguir creciendo".

La denominación de este restaurante responde a la fusión de dos términos: mola (algo rico y que gusta) y arepa (la tortita de maíz con la que desayunan, almuerzan y cenan la mayoría de los venezolanos). Este curioso nombre resume las intenciones y el espíritu del local.

En él reinan las arepas –en la actualidad se ofrecen 42 rellenos–, entre las que destaca la pabellón, cuyo contenido es un resumen de uno de los platos más típicos de Venezuela: lleva caraotas (alubias negras), carne de ternera mechada, queso y tajadas (plátano frito maduro).

En marzo se celebró la fiesta inaugural del nuevo establecimiento. Hubo música, baile y por las mesas desfilaron muchas de las recetas que han obrado el milagro de Molarepa. Por ejemplo, las cachapas, unas tortitas elaboradas con maíz tierno, leche y huevo, que se rellenan de queso; las empanadas o los tequeños, cuyo ingrediente principal es el queso.

El local cuenta con su propia versión de la hamburguesa: el patacón. Eso sí, el pan se sustituye por plátano verde frito, que se rellena con carne o con diferentes ingredientes para vegetarianos y veganos. Y entre postres, la leche condensada es uno de los productos que más aprecian en Venezuela. Es la gran protagonista de la tarta tres leches. Y la chicha, aunque es una bebida, tiene la consideración de dulce colofón de una comida. Es parecida al arroz con leche, pero en versión líquida. 

La música llanera como banda sonora de fondo y las imágenes del Salto Ángel, la cascada más alta del mundo, y de la laguna de Canaima, no ofrecen lugar a dudas sobre el tipo de restaurante que es Molarepa. En él todo el mundo es bien recibido y, además, tras la puesta en escena del nuevo local, con un espacio mucho más desahogado para el disfrute.

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