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Figari, la tasca italiana donde hay vida más allá de pizza y pasta

Acaba de abrir sus puertas en la calle Bruno Solano de Zaragoza, donde estaba El Peirón de la Manduca, que cerró por jubilación.

Iván Manzoni con algunas de las recetas que ofrece en Figari.
Iván Manzoni con algunas de las recetas que ofrece en Figari.
Alejandro Toquero

El restaurante El Peirón de la Manduca cerró sus puertas hace unos meses después de casi 30 años de actividad en el número 4 de la calle Bruno Solano de Zaragoza. Durante este tiempo ha sido uno de los locales que más ha contribuido a darle vida a esta zona de ambiente.

El traspaso por jubilación coincidió con la búsqueda emprendida por el cocinero italiano Iván Manzoni para montar su propio negocio hostelero. Iván lleva 21 años en Zaragoza y vive en el entorno de la plaza San Francisco, así que el anuncio le encajaba.

“Está al lado de mi casa, es un local icónico de Zaragoza y tiene el tamaño ideal para mi proyecto de crear una tasca con encanto”, comenta. Así que se decidió a coger el traspaso.

Iván Manzoni a la entrada de Figari, donde antes estaba El Peirón de la Manduca.
Iván Manzoni a la entrada de Figari, donde antes estaba El Peirón de la Manduca.
Alejandro Toquero

De esta forma es como El Peirón de la Manduca pasó a mejor vida para transformarse en Figari. Abrió sus puertas el 8 de marzo con el reclamo de ofrecer aperitivos y cocina fusión. Lo primero que hizo Iván fue darle al local un aire marinero. Él es de un pueblo de pescadores de Cerdeña en cuyos alrededores hay un promontorio que se llama Capo Figari y un islote cercano, Figarolo, cuya silueta preside el logo del local. De ahí el nombre.

“Es algo sentimental”, confiesa Iván, aunque detrás esta evocación a sus orígenes hay mucho más. “Casi todo lo que se conoce de la gastronomía italiana está bastante estereotipado alrededor de pizza, pasta y guisos como el de osobuco, cuando la historia alimentaria de mi país es muy grande”.

Alcachofas fritas con chipirón y pimentón de la Vera.
Alcachofas fritas con chipirón y pimentón de la Vera.
A. T.

Esto, precisamente, es lo que quiere trasladar este cocinero a su propuesta: una visión diferente de la gastronomía transalpina y, más en concreto, de Cerdeña, su tierra natal.

Aperitivos y cocina de fusión. Bajo estos dos términos se desarrolla la carta, que no es muy amplia. Para un tapeo rápido e informal los fritos tienen gran protagonismo. Hay varios croquetones, pero los supli clásico y marinero marcan la diferencia. Son como unas croquetas de arroz que en su interior llevan ragú de carne con mozzarella y mejillón, calamar y langostino.

Otro aperitivo curioso es el cozze, la versión sarda de nuestras aceitunas para tomar con una cerveza. En este caso, se trata de mejillones fritos con ajoaceite que se pinchan con un palo. También se ofrece un canelón frito relleno de bacalao con gambas, y en este mismo formato se presenta la lasaña clásica al ragú, pero de ternasco de Aragón.

Este picoteo informal a modo de aperitivo se combina con raciones diferentes. Es lo que sugieren las brochetas, en cuya elaboración encuentra sentido el término cocina de fusión. Las de tataki Figari, pollo al curry con lactonesa de coco o gambón y maho-lima son algunas de las más llamativas.

El local es pequeño. Apenas hay media docena de mesas, “aunque la terraza supone un desahogo importante”. Eso sí, ha ganado en luminosidad con el aire marinero de la nueva decoración.

A la mesa, de una forma relajada, se puede disfrutar del calamar relleno de la abuela Giulia, “una receta estrechamente vinculada a mi familia y a mi pueblo”, o de las más reconocibles albóndigas de vacuno madurado al vino tinto con un toque de caramelo.

Supli, lasaña frita y flor de alcachofas, platos típicos del Figari.
Supli, lasaña frita y flor de alcachofas, platos típicos del Figari.
A. T.

Iván acaba de iniciar la andadura y no descarta incluir entre las sugerencias alguna receta de pasta poco conocida. También le da un aire especial a los escabechados y a preparaciones como los callos de bacalao.

Pero la elaboración que más acogida ha tenido en estas primeras semanas ha sido el cocido del mar. Los tres vuelcos incluyen sopa de fideos, garbanzos con calamar y mejillón y, en el último, el rape sustituye al morcillo, el pulpo a la morcilla, el langostino al chorizo y la sepia al tocino. “Visualmente es un cocido, pero marinero”, comenta su autor. Ahora que llega el buen tiempo desaparecerá, pero Iván no tiene inconveniente en prepararlo previa reserva.

Lo dicho, un italiano muy diferente.

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