gastronomía

Aragón en la historia de la 'olla exprés'

Varios nombres de aragoneses se leen en el relato de este invento, que conserva su demanda gracias a nuevos modelos.

La ollá de Peiré con el sistema diseñado por el oscense en 1922
La ollá de Peiré con el sistema diseñado por el oscense en 1922
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El día a día reserva poco tiempo para la cocina, la rutina se lo come todo. Pero se encuentra solución en el menaje de cocina de la mano de las ollas de presión, 'exprés' o las evolucionadas rápidas. "La piden muchísimo", coinciden en las tienda de menaje.

"Claro, es que la verdura se cuece en solo unos pocos minutos", ejemplifica Pilar Alevesque, de Kuhn Rikon, en el pasaje de Puerta Cinegia de Zaragoza. En los mostradores de esta tienda se pueden encontrar varios modelos, entre los que además varía el diámetro de la pieza y la capacidad de la misma.

"El modelo habitual es de seis litros, pero también existe una de tres, que es individual. Se la llevan personas que viven solas", menciona Victoria Madre, de la Ferretería José Luis de la calle de San Vicente de Paúl, en el centro de Zaragoza. "No es el 'chup chup', pero ahorra tiempo", matiza Madre.

Los modelos han cambiado y los que se ven en la actualidad en el mercado poco se parecen a los primeros, o incluso a los de hace solo unos años. En la retina de muchos todavía se conserva esa imagen de la cocina de la abuela donde la olla reproducía el sonido de una máquina de vapor llegando a la estación mientras la válvula giraba sobre sí misma. También la frase de "avísame cuando se vean los dos aros" que indicaban los mayores a los niños como entretenimiento.

¿Cómo llegó este inventó a nuestras vidas? Algunas fuentes lo sitúan en la época romana, pero la fecha más concreta es 1679. Fue entonces cuando el físico francés Denis Papin inventó la olla a presión: un artilugio que hervía el agua a más de cien grados. En aquel entonces, cocinar los alimentos en menos tiempo ya era una preocupación. Sin embargo, fue un aragonés quien consiguió la primera patente en octubre de 1919. José Álix registró este artilugio como "una olla para toda clase de guisos que se denominará 'olla exprés' pudiendo construirse de cuantas formas y tamaños se desee" –como se definió–.

En 1925 cedió los derechos a Camilo Bellvis Calatayud y José Montesano Cervelló, tal y como recogió este periódico hace unos años. Estos hombres, capataces de la empresa de Álix, obtuvieron una nueva patente que mejoraba el diseño original.

Por aquellos años, en paralelo, otro aragonés también desarrolló un invento similar: "Un sistema de ollas o marmitas a cierre hermético, para cocción de alimentos, extracción de jugos, preparación de gelatinas y otros usos domésticos o industriales". Así era la invención del militar oscense Tomás Peiré de la que dejó referencias en septiembre de 1922. No obstante, parece ser que se popularizó de la mano de la versión de Bellvis-Montesano, que se caracterizaba por su cierre oval.

Esta investigación se debe al experto historiador de la gastronomía Francisco Abad Alegría, quien falleció a principios de febrero. El también colaborador de HERALDO dio luz a algunas de estas cuestiones en 'Líneas maestras de la gastronomía y culinaria españolas (siglo XX)'.

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