gastronomía

Susana Casanova, ganadora de la mejor tapa de España: "De niña no veía dibujos, sino programas de cocina"

La chef y copropietaria de La Clandestina de Zaragoza consiguió el oro en el Campeonato oficial Hostelería de España de Tapas y Pinchos este martes en Madrid Fusión.

Susana Casanova, de La Clandestina, tras concluir Madrid Fusión
Susana Casanova, de La Clandestina, tras concluir Madrid Fusión
Enrique Cidoncha

¡Felicidades! ¿Ya ha asimilado que su tapa es la mejor de España?
Estamos todavía en la nube de esta vorágine de entrevistas, personas que llaman, agradecimientos de todo el mundo... Para nosotros es un subidón, una recompensa de todo el trabajo anterior, horas, esfuerzo, locura... Da la energía para seguir más fuerte todavía.

Ese grito que dio cuando lo anunciaron, totalmente espontáneo, ¿qué significó?
Englobaba muchas cosas. Fue una liberación, una reivindicación... Era la única mujer que estaba ahí, la presión era fuerte porque me quería traer el premio a mi ciudad, tenía a todo el equipo que había apostado por nosotros... Llevar un premio a Zaragoza es la mejor manera de dar las gracias a todos los que han creído en mí y en la tapa.

¿Cuál cree que es la receta del éxito de la tapa ‘Cruz de navajas’?
Puede que haya sido la integración de todos los sabores. El jurado me dijo que les gustó porque estaba muy equilibrada, era fina, elegante y los productos de Aragón estaban bien integrados en la tapa, a pesar de que aparentemente entre sí no pegan, pero cuando los pruebas surge la sorpresa. Vieron que las siete elaboraciones ligaban entre ellas y en boca era una explosión de sabores. No solo es bonita estéticamente, sino que valoraron los ingredientes y su sabor, las texturas, la técnica... En definitiva, el conjunto. Tal vez esa fue la clave del éxito.

¿Cómo llega Susana Casanova a los fogones?
Me había gustado desde muy pequeña. Llegaba del colegio y mi programa favorito era ‘Con las manos en la masa’. Era una niña que no veía dibujos, sino programas de cocina. A mi madre siempre le pedía ayudarle y me dejaba empanar la carne, hacer albóndigas, mancharme las manos con harina... Siempre me gustó jugar con la comida.

¿Y cuándo se profesionalizó?
De joven, cuando me tenía que ganar la vida, me gustaba ser delineante, la arquitectura... Mi giro fue por esa línea y estudié delineación. Trabajé de ello, tanto que fui como jefa de obra muchos años en una empresa, pero con la crisis me tuve que reinventar. Viajé y me culturicé gastronómicamente. Al volver a Zaragoza surgió la oportunidad de abrir un bistró junto con Fernando Solanilla. Pensamos que allí podríamos plasmar todo lo que habíamos aprendido y lo que nos faltaba. Así fue mi cambio, era algo que me gustaba, pero que nunca lo había pensado profesionalizar.

¿Qué tienen en común la delineación y la cocina?
Están separados y no. A la hora de diseñar un plato, es necesario ser muy técnico. Se busca la perfección, las líneas, los puntos de vista... Es otro tipo de creatividad, pero ayuda esa visión en perspectiva, el enfoque, el por qué... Es algo que no está tan lejos.

Se aprecia en ‘Cruz de navajas’.
Eso es. Quería que se viera una tapa limpia. Incluso, que la presentación no se comiera a la navaja. Nuestros amigos José y Lidia nos ayudaron a diseñar el plato de la presentación. Tenía que ser un reflejo de la cocina de La Clandestina y de mi personalidad.

¿Cuál es su comida de la infancia?
De pequeña era muy glotona, aunque muy flaca, pero comía mucho porque me encanta. Me gustaba todo, en especial los platos de cuchara me volvían loca, y me vuelven. Había un problema: tengo dos hermanos y cuando mi madre preguntaba qué queríamos comer, ellos decían que macarrones y yo pedía lentejas. Al final siempre ganaba y después me miraban con odio.

Vino de joven a Aragón, ¿cuál fue el primer producto de la tierra que más le cautivó?
Me sorprendió el sabor del ternasco y lo bueno que lo hacían aquí. También el melocotón de Calanda, que me flipa con su textura, dulzón, tamaño... Pero hay tantos productos de Aragón buenos, que te podría decir cualquiera porque están buenísimos: la trufa, el aceite, la borraja... Los debe conocer España entera.

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