El restaurante Marengo y su mirada más aragonesa

En la nueva carta del establecimiento zaragozano sigue mandando el recetario internacional pero con productos locales.

La baturrata de Marengo.
La baturrata de Marengo.
Alejandro Toquero

El restaurante Marengo, en Zaragoza, se ha renovado diez años después de su apertura. Se nota en la decoración y desde la zona de la entrada, con más mesas y la presencia de materiales como baldosas de barro y celosías. En el espacio del fondo predomina el rojo, los sofás corridos, que son tendencia, y se han creado rincones más íntimos.

En la cocina, aunque sigue mandando el recetario internacional, la novedad es que se versiona con productos locales, muchos de ellos con denominación de origen. Se le da así más valor a lo propio en un formato de comida casual desenfadada y para compartir.

Del nuevo Marengo ha desaparecido el menú del día para otorgar al comensal una experiencia diferente, más amplia, sin que ello repercuta demasiado en el ticket medio, que puede rondar los 18 euros si se comparte algún entrante.

Este establecimiento ganó el premio a la tapa original en el último certamen zaragozano con los tacos de borrajita pibil. Son algo así como el símbolo que representa el nuevo enfoque gastronómico de Marengo.

Los imprescindibles responden a la idea de tapas o pequeñas raciones. No podía faltar la croqueta de la casa, aunque realmente son dos: de jamón y de conejo al chocolate, una receta tradicional de la comarca del Matarraña.

La ensaladilla rusa tiene el punto diferente de estar elaborada con trucha del Grado y las ‘red hot chili papas’ son una divertida y transgresora versión de las patatas bravas. Por último, también conviene prestarle atención a los pimientos ‘de la yaya Loli’, rellenos de ternasco de Aragón, jamón de Teruel y salsa de piquillos.

Entre los entrantes, la fondue Raclette de quesos con vino del Somontano, longaniza de Graus y garrotes de foccacia ‘pa mojar’, y la baturrata -tartar de tomate rosa, burrata, salmorejo de melocotón de Calanda, pesto genovés y crujiente de jamón de Teruel- responden al mismo perfil de recetas.

La presencia de una fritada aragonesa resulta novedosa por poco habitual en las cartas, y el que sí repite es el canelón Tándem, relleno de carrilleras de ibérico, foie y trufa con salsa de boletus, una de las señas de identidad de la trayectoria de Marengo.

De la mano del concepto ‘casual food’ se incorporan tres hamburguesas, una de ellas de longaniza. Y entre las carnes, el bocado más gourmet es la tagliatela de solomillo de ternera del Pirineo cortada en finas láminas. De nuevo, la apuesta por el producto aragonés.

De la carta anterior también se mantienen los huevos rotos de la Jacetania con mantequilla trufada y longaniza de la Ribagorza, pero prácticamente han cambiado todos los platos.

Alrededor del vino hay novedades. Se ofrecen bastantes blancos y, entre los tintos, aunque aparecen clásicos como Tres Picos o Pago de Carraovejas, hay propuestas interesantes y mucho menos conocidas como Gruñón o La Manga del Brujo.

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