hasta la cocina

Cocina y comedor comunitario para vecinos, una opción para no cocinar en casa

En Aragón se encuentran varios ejemplos de edificios con cocina y comedor comunitarios, donde los residentes comparten el momento de la comida, ya sea con sus vecinos o invitados.

Milagros Juanes, la cocinera de la comunidad, preparaba este viernes la comida para los residentes del edificio.
Milagros Juanes, la cocinera de la comunidad, preparaba este viernes la comida para los residentes del edificio.
Toni Galán

Cuando se habla de una comida de vecinos tal vez asalte a la mente la típica estampa de ficción en la que un grupo de personas sacan trapos sucios sentados a la mesa. Cómo la señora Concha recuerda una derrama o el portero Emilio critica que saquen la basura a deshoras. Podría ser cualquier escena de serie de televisión o película. Sin embargo, lo de compartir comida con los vecinos puede saltar a la realidad y tener un relato diferente.

"Domingo 15: migas con huevo" dice un cartel pegado en la puerta de un edificio del entorno de la plaza de toros de Zaragoza. Como si fuera un restaurante, anuncia el menú. En esta comunidad de vecinos hay servicio de comidas, con cocina, amplio comedor y personal que gestiona ambos espacios comunitarios de los bajos del inmueble. En otro rincón del portal se cuelga el menú semanal y los vecinos disponen de un buzón donde introducir un papel con el piso si desean comer, así como el número de comensales.

En total hay 63 viviendas, con su cocina particular, pero cada día suelen bajar al comedor o subirse la comida a sus viviendas unos 15 vecinos. Siempre hay excepciones: "Hace unos días tuvimos cocido y hubo 40 comensales. Los fines de semana también hay más demanda", explica Milagros Juanes, la cocinera del edificio desde hace cuatro años. Otro de los éxitos son las verduras a la plancha, que este viernes estaban en el menú, junto a espaguetis con salsa de queso y ternera a la plancha o palitos de pescado de segundo.

Los residentes conocen el menú en el tablón de anuncios que hay en el portal y reservan la comida a través de un buzón

La comida es totalmente casera y los productos los compra la propia Milagros. La relación que se teje es muy familiar: conocen los gustos de muchos vecinos e, incluso, las indicaciones médicas a la hora de comer. "La verdad es que lo agradecen bastante", coinciden Milagros y José Antonio Francés, el portero de la finca. Los usuarios habituales suelen ser personas mayores o con poco tiempo en su día a día, con una horquilla de edad que va desde los 40 años hasta los 90. El importe de la comida son 9 euros y lo abonan en el acto. "Es como estar en casa -ríe Juanes-. Cada piso se sienta en una mesa, pero cuando bajan, van de mesa en mesa saludándose". No está abierto para el público general, pero los residentes pueden acudir con invitados. "Todos los domingos se reúne unos vecinos con su familia", ejemplifica la cocinera.

La cocina industrial sería la envidia de algunos restaurantes y el comedor está totalmente equipado, con espacio para unas 200 personas. Francés recuerda que este edificio fue concebido para ser una residencia, razón por la que tiene este tipo de espacios, como el comedor, la cocina o los salones comunes. El mantenimiento les supone a los vecinos un euro al día, mientras que si hacen uso del servicio se rebaja el coste.

Personas mayores y vecinos sin mucho tiempo son algunos de los usuarios más comunes, además de familias, los festivos

Este modelo, implantado en este inmueble desde la década de los años 70 al igual que en otros de la ciudad, puede servir de inspiración a más comunidades, sin embargo, el principal hándicap que se puede encontrar es la falta de espacio.

En otras fincas o urbanizaciones aragonesas disponen de lugares comunes con equipamientos para poder celebrar eventos familiares, algo más visto. Este tipo de iniciativas demuestra que en algunas comunidades con los vecinos se puede compartir algo más que la sal.

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