gastronomía

Roberto Ballestín, del bar Candilejas, se jubila tras más de 40 años detrás de una barra

El zaragozano decide poner en traspaso el establecimiento de ocio nocturno ubicado en el barrio de Las Delicias.

Ballestín, a las puertas del bar Candilejas, ahora ya cerrado
Ballestín, a las puertas del bar Candilejas, ahora ya cerrado
Camino Ivars

En diciembre, Zaragoza decía adiós a otro de los hosteleros más míticos de la capital aragonesa. Se trata de Roberto Ballestín, gerente del emblemático café-pub Candilejas, ubicado en la calle San Roque, a escasos metros del paseo de Calanda. 

Fue fundado por Roberto y su socio, Gabriel Izquierdo, hace 26 años en un antiguo local de fontanería. “Éramos vecinos del barrio de toda la vida y siempre pensamos que hacía falta una alternativa de ocio nocturno en la zona dirigida a un público más adulto”, rememora.

Sin embargo, el zaragozano empezó mucho antes en el mundo de la hostelería. En concreto, cuando tenía 19 años. “Mis inicios fueron como camarero en el Gran Gatsby, en la calle Sangenis. En 1978 me ofrecieron el traspaso y Gabriel, que era un habitual del bar, me propuso hacerlo juntos”, recuerda, todavía emocionado. De eso han pasado nada más y nada menos que 44 años. “Es mucho tiempo. Y no te das ni cuenta. Ahora veo que he pasado toda la vida detrás de la barra”, admite.

"Mis inicios fueron como camarero en el Gran Gatsby, en la calle Sangenis. En 1978 me ofrecieron el traspaso y Gabriel, que era un habitual del bar, me propuso hacerlo juntos"

Tanto este como el Gasby II, local que abrían ocho años después en la calle La Milagrosa, no tardaron en convertirse en los bares de moda de la escena nocturna zaragozana de la época. “Nos iba francamente bien, fueron meses de mucho, mucho trabajo”, afirma. En 1996 era el turno del Candilejas, el último bar de la saga con el que se quedaron tras traspasar el resto de negocios en 2017.

Durante todo este tiempo la apuesta por un ocio nocturno diferente fue clara. “Queríamos promover un espacio de encuentro, distendido, que invitara a la tertulia y a una buena charla de la gente del barrio, aunque también venía gente de otros lugares de la ciudad”, explica. Porque, efectivamente, el Candilejas no es un local de paso. “Aquí la gente que ha venido, lo ha hecho de propio”, reivindica, orgulloso.

“Hace seis años mi socio enfermó y me quedé solo con el Candilejas. Hoy las cosas han cambiado mucho, pero la profesión sigue siendo igual de maravillosa”, advierte. Porque si hay algo que tiene claro el hostelero es que, si volviera a nacer, “volvería a ser camarero”.

"Queríamos promover un espacio de encuentro, distendido, que invitara a la tertulia y a una buena charla de la gente del barrio, aunque también venía gente de otros lugares de la ciudad"
Roberto Ballestín, en el interior del emblemático café-pub Candilejas
Roberto Ballestín, en el interior del emblemático café-pub Candilejas
Camino Ivars

“Si volviera a nacer, volvería a ser camarero”

Hoy, sin un relevo generacional, Roberto ha decidido tomar una de las decisiones más complicadas de su vida: traspasar el negocio. Afortunadamente, ya cuenta con una persona interesada en coger las riendas, y lo más importante, mantener su filosofía. “Tanto mis hijos como las de mi socio han emprendido vías profesionales diferentes, así que no quedaba otra", afirma.

Natural de Gallocanta, a sus 64 años el zaragozano asegura que en estos momentos tan solo tiene una ilusión: “recuperar el tiempo perdido con los míos”. Y es que el mundo de la hostelería es “francamente sacrificado”: “Cualquiera no puede dedicarse a esto, mucho menos a la noche, por eso el apoyo de mi familia ha sido tan importante para mí toda la vida. Sin ellos no habría podido”.

Con ilusiones renovadas en un bar que, aunque se encuentra vacío, rezuma mucha vida, un emocionado Roberto habla de sus planes de viajar a Vancouver (Canadá) donde vive su hijo Sergio; pasar más tiempo con su nieto, Mateo, de tan solo 4 meses de vida e ir a la playa o bailar con su mujer, Mari Cruz: “Nunca hemos podido hacer nada, ahora toca aprovechar y vivir la vida”.

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