GASTRONOMÍA

¿Bodegas blindadas? La solución ante los robos de vinos de lujo

"Hemos reforzado la seguridad, pero somos muy vulnerables", dicen los cocineros. Apuestan por seguir comprando los mejores, aunque algunos comienzan a tener dudas.

Bodega, en una imagen de archivo.
Bodega, en una imagen de archivo.
Matt Twyman |Unsplash

"En la bodega están los ahorros de la familia desde hace 20 años. Pero lo peor no es eso. Lo peor es que se han llevado botellas que heredamos de nuestros abuelos, eso tiene un valor sentimental que va mucho más allá del dinero". El que habla con el disgusto aún en el cuerpo es Rafael Sandoval, el mayor de los tres hermanos que gestionan el restaurante madrileño Coque, que sufrió el pasado 30 de octubre un atraco en su bodega, una de las más prestigiosas del país. Es por el momento el último episodio de una serie de robos de vino de lujo que ya han sufrido otros restaurantes de prestigio como Atrio o DiverXO, ambos con tres estrellas Michelin. Al parecer el crimen organizado ha encontrado en el gremio de hostelería un blanco relativamente fácil para hacerse con un botín cotizado y fácil de colocar: el vino de lujo.

"Contábamos con todas las medidas de seguridad habidas y por haber -sostiene Rafael Sandoval-, pero son gente superpreparada y venían con tecnología para inhibir las alarmas más potentes. ¡Podrían haber robado un banco!". Parece más sencillo empezar por un restaurante. Aunque un negocio de hostelería pueda proteger de alguna manera sus mercancías más valiosas, no suele estar ni mucho menos tan preparado para estas amenazas como una joyería o una sucursal. La Sacristía, como llaman los Sandoval a la espléndida bodega de su restaurante Coque, es una joya que se enseña a los clientes en innumerables ocasiones, proporcionando a los ladrones muchas oportunidades para inspeccionar el terreno y preparar el trabajo.

La Policía se resiste a revelar muchos detalles de la operación por tratarse de una investigación en curso, pero al parecer los ladrones abrieron un butrón en la farmacia contigua para acceder al patio del restaurante y una vez allí rompieron el cristal de la bodega. Las cámaras de seguridad han captado a los tres hombres que ejecutaron el robo y han podido grabar incluso sus conversaciones. Eso ha permitido identificarles y no es descartable que pronto se produzcan detenciones relacionadas con este caso. Sin embargo, la sensación de impotencia para los hosteleros sigue ahí, porque a pesar de la inversión en seguridad "el robo ya está hecho".

El botín consistía en 132 botellas valoradas aproximadamente en 175.000 euros. Entre ellas un magnum de Petrus 2022 a 25.000 y -lo que más ha dolido a la familia- un puñado de añadas históricas de Tondonias, Murrietas o Riscales, riojas de los años 20, 30 o 40 "que habíamos heredado de nuestros padres y nuestros abuelos, y que no se pueden reemplazar porque tienen un valor intangible", lamenta Rafael. Coque tenía su bodega asegurada por valor de 2 millones de euros, pero del valor sentimental perdido no se hace cargo ningún seguro.

Inversión ¿segura?

La familia había depositado en la bodega buena parte de su patrimonio. "El vino es una de las mejores inversiones que hay, siempre que luego se venda, claro, y nosotros tenemos la suerte de contar con un escaparate privilegiado para ofrecerlo". Sin embargo, la amenaza de un posible robo está haciendo que tanto ellos como otros compañeros del gremio se cuestionen si merece la pena desembolsar sumas astronómicas y custodiar las botellas durante años si van a acabar atrayendo a estos cacos con nariz de oro.

"La verdad es que te lo piensas un poco", reconoce José Polo, de Atrio. Hace un año era su restaurante cacereño, galardonado esta misma semana con la tercera estrella Michelin, el que acaparaba titulares en todo el mundo tras sufrir un robo que, a falta de que los peritos den una cifra concluyente, se valora en alrededor de 1,6 millones de euros. La joya de la corona era un Chateau d'Yquem de 1806 que figuraba en la carta con la mareante cifra de 350.000 euros. Junto a ese tesoro de arqueología vinícola se llevaron también varias botellas de Romaneé Conti, Petrus y otras etiquetas que se cuentan entre las más cotizadas del planeta.

"Está a punto de llegarnos una nueva remesa de Romaneé Conti y me da miedo que podamos volver a sufrir algo así". Tanto él como su pareja y socio, Toño Pérez, se llevaron un disgusto tremendo "que nos hizo pasar unos meses muy malos, pero hemos pasado página emocionalmente" de aquel episodio. Un negocio como el suyo -y más ahora con el tercer 'macaron'- necesita seguir alimentando una imagen de exclusividad. "Lo que hemos hecho es reforzar la seguridad, pero hay que seguir adelante, ¿acaso un coleccionista de arte dejaría de comprar por miedo a los ladrones?", se pregunta.

Para Txomin Rekondo, propietario de una de las colecciones de vinos más impresionantes del mundo, esa posibilidad no entra en la ecuación. "A mí no se me van a quitar nunca las ganas de comprar vino, aunque mi hija me da un toque de vez en cuando y ahora con esto, más". Una pasión "que espero que no me amarguen los ladrones" y que le ha llevado a construir, a lo largo de 60 años, una de las bodegas más impresionantes del país. "Hombre, no sé si la mejor pero es una buena bodega, hace 30 o 40 años igual no, pero ahora hay grandes bodegas en todos los restaurantes", dice con modestia el patriarca de esta casa donostiarra que empezó despachando bocadillos y botellas de sidra.

Límite a las visitas

El valor de su bodega no se mide por los ceros que figuran en la carta, que también, sino por la paciencia con la que está construida. Haber ido atesorando clásicos de Rioja cuando no se estilaban le permite ahora desempolvar añadas míticas, imposibles de conseguir a golpe de billetera. "Son botellas que quizá no valen tantísimo dinero, pero tienen un gran valor sentimental, después de tanto tiempo en la familia, les coges cariño, que vengan unos desgarramantas y se las lleven sería un disgusto tremendo".

Los Rekondo también muestran con orgullo su bodega a las visitas, de hecho es uno de sus mayores atractivos, "pero creo que lo vamos a limitar, al menos durante un tiempo, porque estas cosas te meten el miedo en el cuerpo". Esa es una solución, triste para ellos y para su clientela. La otra es reforzar la seguridad.

¿Pero hasta qué punto se puede blindar un espacio por definición abierto al público? "Me niego a ver en un cliente que entra por la puerta de DiverXO a un ladrón potencial", protesta Dabiz Muñoz. Su restaurante madrileño también fue víctima de un robo hace un par de años. "Fue al volver a abrir después del primer confinamiento, un día llegamos a trabajar y nos encontramos con que habían forzado la puerta y se habían llevado unas cuantas botellas, todas buenas y sobre todo muy difíciles de conseguir en el mercado", explica.

Ese parece ser el objetivo de unos robos que la Policía atribuye a encargos. Conseguir para clientes sin escrúpulos referencias inaccesibles, con férreas cuotas, a las que tienen acceso preferente los restaurantes de alto nivel. "Cuando llegas a las tres estrellas Michelin el público espera encontrar en tu casa vinos de gran lujo", explica Jesús Sánchez, que compara a estos atracadores de bodegas con "ladrones de arte". "El problema es que los restaurantes no estamos preparados para esta amenaza como un banco o un museo, somos muy vulnerables", afirma el chef y propietario de El Cenador de Amós.

Aunque se trata de robos muy sonados, por lo atípico del botín y la fama de los afectados, en general el gremio confía en que se trate de "casos puntuales" y no de un fenómeno que ponga a los restaurantes en el punto de mira del crimen organizado a lo largo de los próximos años. De momento lo que sí ha desatado el robo de Coque es una ola de solidaridad entre el público. "En 48 horas recibimos más de 400 reservas y han venido muchísimos clientes y amigos a mostrarnos su apoyo", cuenta emocionado Rafael Sandoval.

Un asalto limpio y otro a golpes

ice la Policía Nacional que aún es pronto para hablar de una ola de robos, pero lo cierto es que los casos que han ido saliendo a la luz son lo suficientemente llamativos como para sembrar inquietud entre los hosteleros. Nada parece indicar que el asalto sufrido por Coque hace unas semanas y el que vivió Atrio en octubre del año pasado estén conectados, ya que de hecho responden a patrones totalmente diferentes.

En el caso de Atrio se trataba de dos personas que se hicieron pasar por clientes, cenaron varias veces allí y sustrajeron las botellas estando alojados en una de sus lujosas habitaciones. Conocían la impresionante bodega de Atrio, probablemente porque el propio equipo del restaurante se la había enseñado, y tenían identificadas las piezas más valiosas y su ubicación en los nichos. La operación fue a cara descubierta, y tan limpia que aún está por dilucidar que se tratara de un robo o un hurto, si como alega la defensa las puertas de la bodega se hubieran encontrado abiertas. Los presuntos autores, una miss mexicana y un ciudadano rumano holandés con antecedentes por casos similares, fueron capturados en la frontera croata y están en prisión preventiva ante el riesgo de fuga por orden del Juzgado de Instrucción número 4 de Cáceres. El botín sigue sin aparecer.

El asalto a Coque fue todo menos limpio. Los ladrones se colaron en una farmacia cercana al restaurante, ya cerrada, y abrieron un butrón en la pared para llegar al patio del restaurante. Desde allí accedieron a la bodega rompiendo un cristal y se llevaron hasta 132 botellas, entre ellas una magnum de Petrus valorada en 25.000 euros. Las imágenes de las cámaras de seguridad muestran a tres encapuchados que ya han sido identificados pero todavía no han sido detenidos. Fuentes policiales apuntan que puede tratarse de ladrones profesionales, equipados con inhibidores de frecuencia y herramientas, pero no cree que se trate de especialistas en el robo de vino. Simplemente vieron en aquellas exclusivas botellas un botín más provechoso que móviles, joyas o marroquinería.

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