Una cocina a 2.200 metros

Góriz es uno de los refugios aragoneses que disponen de servicio de cocina, donde ofrecen menúsdurante todo el año. Desayunos, comidas y cenas que dan respuesta al ejercicio físico de un montañero.

Cocinando en el refugio de Góriz.
Cocinando en el refugio de Góriz.
H. A.

Góriz corona Ordesa y es el refugio que sirve de trampolín para el Monte Perdido, el Marboré, el Taillón o la brecha de Rolando, entre otros. Duermen, repasan la ruta y comen.

El turno de cenas, que comienza a las 19.00, es el que más trabajo da en la cocina de Góriz, a 2.200 metros de altura. "La gente está hambrienta y tenemos tres o cuatro menús, que van rotando para aquellos que permanecen más días".

De junio a octubre contratan a cocineros profesionales y el resto del año el equipo del refugio elabora la comida. Trabajan por turnos, dos grupos de siete personas: 15 días de trabajo y otros tantos de descanso. "Tenemos menús fijos, que suelen ser legumbres, pasta o sopa de primero", concreta Iván. Pone como ejemplo garbanzos, macarrones con salsa de espinacas, sopa de cebolla o lentejas. Se combinan con segundos como lomo en salsa con patatas rotas, pollo asado con menestra de guarnición, longaniza con reducción de vino tinto o estofado de ternera con patata, zanahoria y setas. También hay postre: natillas, mouse de chocolate o limón o yogur. Todos los primeros son vegetarianos o veganos, para ajustarse de forma más cómoda a estas dietas, mientras que el segundo lo sustituyen por una tortilla.

Los menús no se pueden elegir, sino que cada día optan por uno u otro. Se ajustan al ejercicio físico de la montaña. Por esta razón han actualizado las propuestas culinarias. "Antes el desayuno era más ligero y la comida muy pesada, pero ahora se ha compensado", agrega el guarda. En la actualidad ponen sobre la mesa un desayuno más completo, con zumo, tostadas y embutido.

También han ampliado la oferta de la comida, que antes solo era huevos con jamón, aunque los usuarios no suelen estar a mediodía en el refugio. "Aquellos que no han traído nada, se suelen llevar un picnic que puede ser una ensalada de pasta o tortilla de patata con chocolatinas, frutos secos, barritas energéticas, zumo y una pieza de fruta", explica Iban Urbieta, guarda del refugio.

Disfrutran de una cocina profesional, "impresionante". "Tenemos lavavajillas, horno inteligente... antes dábamos servicio, pero no como el que podemos ofrecer ahora», indica, en comparación a antes de la reforma. Expone que se suministra de energía solar, con la que son «bastante autónomos".

Por los aires. La compra les llega en helicóptero, que asoma en el horizonte cuando se precisan viandas. "En verano hacemos porteo cada 15 o 20 días, pero en invierno vino hace unos días y no volverá, en principio, hasta marzo", calcula. De esta forma se proveen de congelados y productos no perecederos.

Como la de Góriz, las cocinas de los refugios son de altura, tanto por encontrarse a miles de metros sobre el nivel del mar como por el servicio que prestan, pese a las dificultades del camino.

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