Brindis con nombre de ilustre y personalidad

Bodegas San Alejandro celebra este año sus 60 años con vinos elaborados entre la tradición y la vanguardia.

Instalaciones de Bodegas San Alejandro, en Miedes de Aragón.
Instalaciones de Bodegas San Alejandro, en Miedes de Aragón.
Monstañés

"Pon un gramo de audacia en todo lo que hagas", dijo Baltasar Gracián, y para Bodegas San Alejandro es un lema, como otras de las frases del ilustre aragonés. El jesuita nació en Belmonte de Gracián, pueblo vecino de Miedes de Aragón, donde esta bodega cosecha viñedos, pasión e ilusión. Seis décadas, 185 familias, 1.100 hectáreas, 34% de vino ecológico, 20 municipios, 85% de exportación, 42 países y 13.533 metros cuadrados de instalaciones son las cifras que manejan. "Y sumando", dicen.

El paisaje donde se encuentra es de postal, como si fuera una formación militar entre viñedos, tanto de espaldera como en vaso –"lo que aporta diversidad"–, y árboles frutales y cereal. En total, trabajan con unas 1.500 parcelas de viña, por lo que cada una tiene de media 0,8 hectáreas, unas características que son fruto de la geografía del terreno. Son tres los tipos de suelo en los que las cepas echan raíz, como explican los profesionales de esta bodega: los rojizos arcillosos, los blancos que brinda el carbonato cálcico y otras zonas más pizarrosas. La pendiente obliga a cosechar con tractores oruga.

Las condiciones climáticas –las heladas en invierno y las pedregadas en verano– y la fauna, en especial los jabalíes, suponen riesgos para las cosechas cada año. "La altitud a la que se encuentran los viñedos hacen que las uvas crezcan más cerca del Sol y que la piel sea más gruesa para protegerse. Por eso, también es más especial nuestra garnacha", explica Yolanda Díaz, directora gerente de la bodega.

Una de sus líneas es la de Baltasar Gracián. A ella pertenece el blanco. A la vista es de tonos claros y verdosos, mientras que al olfato llega el membrillo y matices cítricos, de fruta blanca y flores. En boca se aprecia la acidez, que llena la boca y crea tensión. "Es una expresión de las variedades", cuentan de este vino de garnacha blanca y viura. También blanco, aunque de viñedos más tardíos es el Blanco de Hielo. "La uva está más deshidratada y contiene un azúcar concentrado más residual", explican desde el joven equipo de enólogos con Juan Vicente Alcañiz y Jorge Temprado. Tiene más tono más maduro y en la nariz se identifican claves de orejones de melocotón, piña y frutas tropicales. Los enólogos definen que tiene una combinación dulce y ácida que lo convierte en versátil, con un final "bastante largo".

En el capítulo de los tintos sirven el joven Baltasar Gracián Político. A la copa llega con un color rojo guinda, que es intenso con ribetes morados. Sus notas tienen un carácter frutal y equilibrado, siendo un vino rico en sensaciones con aromas a cereza, ciruela y frutos rojos. Redondo y generoso en la boca.

Otra de las propuestas es el Baltasar Gracián El Héroe, que tiñe la copa de rojo picota, deleita al olfato con aromas a frutas del bosque y frutos rojos que transportan a viñedos de montaña, donde se asientan los viejos viñedos de garnacha. No faltan los matices de madera, junto a toques balsámicos y minerales. Sedoso y sabroso se cata en boca, con un colofón largo y equilibrado. "Es ligero, transparente y limpio, como regaliz de palo y con matices de zarzamora", agregan en la bodega.

Una de las joyas San Alejandro es Clos Baltasar, un vino que nace del ‘coupage’ de pequeñas vinificaciones de singulares viñedos de la D. O. Calatayud. Es idóneo para brindar en las coquetas instalaciones de la bodega: tras una fachada común se descubre un espacio que sorprende en estilo, aunque sin perder la esencia y color del vino.

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