gastronomía

Una cata para conocer los mejores tomates de Aragón

Slow Food muestra la rica diversidad de la huerta aragonesa para que crezca su consumo, aunque este año ha caído mucho la producción.

Amparo Llamazares, Jennifer Marín y Carmen Urbano, mostrando los tomates de la degustación.
Amparo Llamazares, Jennifer Marín y Carmen Urbano, mostrando los tomates de la degustación.
A. Toquero

Es tiempo de tomates. Los mejores de la temporada que se cultivan al aire libre se pueden disfrutar ahora y, al menos en Aragón, hasta finales de octubre es muy probable que siga habiendo una producción generosa. Bueno, este año menos porque las altas temperaturas la han mermado mucho. Aún así, hay bastante donde elegir.

Lo saben bien los socios de Slow Food Zaragoza, que hace unos días organizaron en la terraza del Museo Romano César Augusto una degustación de tomates de la huerta aragonesa. “Empezamos hace 16 años –comenta su presidenta, Amparo Llamazares–, cuando estas catas no se estilaban; nuestra intención es dar a conocer la rica diversidad que tenemos en Aragón y, sobre todo, que la gente sepa que se pueden encontrar en mercados agroecológicos y en muchas tiendas, teniendo en cuenta, además, que es una venta directa del productor al consumidor”.

El tomate rosa de Barbastro, carnoso y de piel muy fina.
El tomate rosa de Barbastro, carnoso y de piel muy fina.
A. Toquero

A esta cita acudieron más de 50 personas que probaron seis variedades, aunque a la muestra se llevaron cuatro más para darlas a conocer. Belén Soler, del restaurante ecológico El Morral de la Ojinegra de Alloza, explica que los tomates de Teruel, Alacón y Serengue, “son de guarda, se mantienen mucho tiempo si están colgados y aireados, o sobre una capa de paja”. Habitualmente se utilizan para untar en pan.

El agricultor Rafael Gutiérrez, con su mermelada de tomate ecológica.
El agricultor Rafael Gutiérrez, con su mermelada de tomate ecológica.
A. Toquero

Esto es lo que hicieron muchos asistentes con el pan del horno de leña Bersabé que se ofreció en la degustación. También se probaron el aceite Impelte y algunos productos de Biohuerta y Bioselecta, y la mermelada de tomate Melada. Todos ellos se acompañaron con vino de Bodegas Borsao.

De Huesca no día faltar el auténtico tomate rosa de Barbastro, carnoso y con la piel muy fina, sin apenas semillas y con poca acidez. Hoy en día en el mercado, la denominación tomate rosa ha crecido mucho y son unas cuantas las localidades que identifican así su procedencia. Es habitual verlos de Híjar, Huesca, Montañana, Boquiñeni, Luceni y de muchas zonas de España, sin contar los de invernadero que están durante todo el año.

La variedad de tomates que se cató en la muestra.
La variedad de tomates que se cató en la muestra.
A. Toquero

El tomate azul, muy de moda, con su contraste de acidez y dulzor también gustó mucho. Algunos sorprendieron, como el purple cherry, por su sabor que recuerda a los frutos rojos, o el cherry cherokee, muy sabroso, “pero con la carne tan apretada que hasta cuesta masticarlo”, comentaba uno de los asistentes. El de racimo verde y el bombilla amarillo llamaron la atención por su forma y colorido.

Pero estas no son las únicas variedades que se pueden encontrar en espacios como el mercado agroecológico de la plaza del Pilar. El reina belleza dibuja en la piel un espectacular veteado a tiras entre rosáceo y anaranjado; el cebra verde, con sus franjas características, parece que va a estar ácido, pero al probarlo es una explosión del dulzor; con el amarillo de Albacete pasa algo parecido, o con el aterciopelado negro de Crimea.

Entre los tomates ecológicos, la clientela también tiene sus favoritos. Los tres que más se venden, sin duda alguna, son el rosa de Barbastro, el feo de Tudela y el corazón de buey. “A la gente le gusta que sean medianos tirando a grades y estas variedades responden a ese perfil”, explica el agricultor ecológico Rafael Gutiérrez.

En la degustación, él ofreció la mermelada de tomate de Melada Huerta Saludable, elaborada con la variedad tres cantos de Zaragoza. “Solo lleva limón como conservante y tiene dos años de caducidad, y es ideal con todo tipo de ingredientes dulces y salados”.

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