Muchos recordarán a Juancho, ese reptil de dibujos animados–unas veces llamado lagarto y otras cocodrilo– que entró en la pequeña pantalla a partir de los años 60 y algunos harán la broma cuando en la pizarra de El Broquel lean "brocheta de cocodrilo". Es uno de los platos que más llama la atención en este establecimiento del barrio de San Pablo de Zaragoza.

"Nos llega de Zimbaue y lo hacemos en la plancha porque es la mejor forma de mantener su sabor", sostiene Lucio Lazán, propietario del bar. "Con el calor, se carameliza", añade. En la cocina de este bar del Gancho han probado diferentes piezas, como el solomillo o la cola, pero se han decantado por la parte de la cadera, que une el cuerpo con la cola. "Elegir un buen corte es una de las claves", desvela.

En la boca puede recordar a otros animales, para unos tal vez sepa más a pollo, para otros se aproxima más al pescado. "Nosotros no lo presentamos con salsas ni guarniciones, porque esa es una forma de enmascarar su sabor auténtico", defiende Lazán desde el otro lado de la barra del bar.

"Vimos que había un nicho de mercado y pensamos que sería una buena opción", señala Lanzán. Así comenzó la historia de El Broquel con carnes que hasta entonces estaban poco vistas en la capital aragonesa. "Empezamos a traer canguro, reno o camello y era un atractivo", recuerda el hostelero.

La carta que ofrece El Broquel como un safari, tanto que les ha hecho merecedores de cierta fama por este hecho. "Poco a poco fuimos incorporando nuevas carnes, como el uapití que viene de Estados Unidos y Canadá, bisonte de América o guanaco de Chile".

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Según el tipo de carne se puede jugar con recetas, por ejemplo, con la carne de la cebra, que reciben en un gran lomo, preparan ceviche o carpaccio. Traer este género conlleva que se deben cumplir una serie de estrictos requisitos, ajustados a la normativa.

El Broquel