Garnachas que nacen bajo la atenta mirada del Moncayo

Bodegas Aragonesas alardea de sus garnachas, que pintan en el campo y conquistan al paladar con un sorbo.

Visita a Bodegas Aragonesas, en Fuendejalón.
Visita a Bodegas Aragonesas, en Fuendejalón.
Montañés

"Para San Joaquín y Santa Ana pintan las uvas y al mes de agosto ya están maduras". Qué sabio es el refranero porque esta semana –estos santos se celebran el 26 de julio– los granos de garnacha de los campos de Fuendejalón comenzaban a teñirse. Los racimos cambian de traje, dejando el verde que predomina en el horizonte por tonos que se convierten en tendencia en las copas. En los viñedos, se pueden encontrar dos tipos de cepas, en vaso o de espaldera. Las primeras, a la manera tradicional, más pegadas al suelo. Las segundas ven el paisaje desde unos cuántos palmos más de altura.

Un impoluto edificio se descubre en la panorámica de este pueblo del Campo de Borja, es Bodegas Aragonesas. Lo que comparten sus más de cuatro hectáreas de viñedo es el uniforme verdor. "Las hojas son vitaminas y repercuten en que la maduración sea más completa", explica Enrique Chueca, director gerente de la bodega. El grano es diminuto y cuanto más pequeños, más potente. "En la piel es donde conserva el aroma, el color y el sabor", expone Javier Vela, enólogo de Aragonesas.

Del campo, a la bodega. En barricas de roble francés encuentran acomodo. Bajo unas luces cálidas descansa un ejército de pipas. Se pueden visitar estas instalaciones (de lunes a domingo a las 11.00 y 17.00 previa reserva en el teléfono: 976 862153 y con un coste desde 15 euros). Uno de los atractivos de esta actividad es la visita al espacio Terroir-Garnacha, un cuidado espacio con vistas al Moncayo.

El nuevo espacio Terroir–Garnacha de Bodegas Aragonesas ha recibido, en tan solo un año de vida, la visita de 3.487 personas. De este total, un 60% son de Aragón, un 30% del resto de España y un 10% del extranjero. 

El diseño del espacio es vanguardista, multifuncional e innovador, como se descubren en sus 6.700 metros cuadrados, para lo que se hizo una inversión de 7,5 millones de euros. El edificio se construyó bajo criterios de sostenibilidad y cuenta con una instalación fotovoltaica que les permite generar un 30% de su consumo. 

Todos los sentidos se activan cuando se descorcha la botella en la degustación, porque una cata es un "análisis con todos ellos". Vela decanta el vino, con el objetivo de airearlo y de evitar algún precipitado. En la copa comienza el festival de colores agranatados. En la gama se encuentra Garnacha Centenaria, un vino monovarietal, y Aragonia, elaborado a partir de uvas seleccionadas de viñedos de más de medio siglo. Junto a ellos Fagus, de uvas de diferentes pagos, y Galiano, que surge de cepas situadas a mayor altura. Solo y Coto de Hayas –ambos en sus diferentes variedades–o el ecológico Aragus completan la oferta. No obstante, una de las joyas de corona es Nabulé: en el que predominan aromas a fruta fresca, con tonos de fresas silvestres. Lo proponen para maridar arroces, pastas, verduras, quesos, pescados, carnes asadas o a la plancha.

En 2021 fue nombrada la mejor bodega del año en la décima edición de los premios nacionales de El Suplemento y en 2020 su Solo Centifolia fue reconocido como el mejor rosado de Aragón.

En una de las estancias de Terroir–Garnacha atesoran decenas de botellas que son parte del legado de una tierra, añadas pasadas que conservan con la vista puesta en el confín de los viñedos de Fuendejalón, donde nacen nuevos racimos.

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