Maridaje de vino y cócteles, una propuesta contra natura

La coctelería La Tuerta de Madrid experimenta en Zaragoza su nueva carta en la que desaparece la comida a la hora de maridar.

Borja Insa, dando el toque final a uno de sus cócteles
Borja Insa, dando el toque final a uno de sus cócteles
A. T.

En un maridaje, la parte sólida que sale de la cocina es fundamental. ¿Pero que sucede si desaparece la comida? ¿En qué se transforma ese maridaje? A estas preguntas intentaron responder hace unos días en Moonlight Experimental Bar (Plaza San Pedro Nolasco, 2) su propietario, Borja Insa, y M. Otero, uno de los socios de La Tuerta Funky Castizo de Madrid.

Entre los dos llevaban casi un año trabajando esta idea para resolver la ecuación de la desaparición de los alimentos. Y hace unos días encontraron la respuesta, su respuesta. La plasmaron en Moonlight en forma de menú, en un evento privado con pocos invitados donde presentaron su propuesta de maridar vinos con cócteles. "Lo de no introducir comida en un maridaje es algo contra natura, divertido y disruptivo, que nos ha llevado a buscar soluciones creativas por otros caminos", explicó M. Otero.

La puesta de largo de esta idea, de la que no hay muchas experiencias en el mundo, sirvió como presentación de la nueva carta de La Tuerta. "Se llama seeds (semillas) porque todos los ingredientes que utilizamos tienen ese origen", apuntó su socio. Todo un reto, si además tenemos en cuenta que en La Tuerta Funky Castizo no emplean frutas, zumos o siropes para elaborar los cócteles.

"Lo de no introducir comida en un maridaje es algo contra natura, divertido y disruptivo, que nos ha llevado a buscar soluciones creativas por otros caminos"

Antes de empezar con los cuatro pases de este singular menú/maridaje, Borja y M. Otero dejaron claro que "el vino, cada vez más, es un protagonista principal de muchas recetas de coctelería. Oporto, Jerez, vinos tranquilos, espumosos... están muy unidos al mundo de la mezcla y cuanto más nos acerquemos al vino los que nos dedicamos a la coctelería, más riqueza tendremos en nuestra paleta de colores a la hora de crear sabores".

En el desarrollo de este evento colaboró la empresa importadora de vinos internacionales, Martins Brands, que aportó los que se emplearon en el maridaje y estuvo representada por el sommelier Gabriel Lucas. Tras estas explicaciones, se pasó a degustar el singular menú. El sumiller del restaurante Gente Rara, Félix Artigas, presentó moscato de Asti, un vino dulce italiano, frizante y con poco carbónico. "Un trago fresco para abrir el apetito".

M. Otero, de La Tuerta, preparando uno de sus combinados
M. Otero, de La Tuerta, preparando uno de sus combinados
A. T.

Para maridarlo, M. Otero ofreció un cóctel con una estructura "muy vínica" con la presencia de pisco, un destilado de uva; un aperitivo a base de uva y las semillas de cacao. Una curiosa combinación de sensaciones ácidas, dulces y amargas.

La velada se tensionó con la siguiente propuesta en la que encajaron tres vinos orgánicos de una bodega histórica francesa de más de 300 años. Es famosa por los tres tipos de suelos donde están plantadas las viñas de sauvignon blanc: uno con restos fósiles del Jurásico "del que salen vinos tensos y afilados"; otro calcáreo, que invita a producirlos "más golosos" y, el último, con mucha presencia de sílex. "En él las viñas sufren para conseguir nutrientes y el resultado son unos vinos como cansados, avellanados y ajerezados", resumió Gabriel Lucas.

A Borja Insa enseguida se le instaló en la cabeza la combinación de pimiento verde y pescado, así que su propuesta de cóctel para probar con los tres vinos fue en esa línea: piparras, vodka con sabor a pepino y toques ahumados y cítricos.

Gabriel Lucas, sirviendo uno de los vinos
Gabriel Lucas, sirviendo uno de los vinos
A. T.

El plato principal llegó de la mano de un tinto de una bodega de Borgoña "que representa la elegancia máxima del pinot noir; en boca es como la seda", contó Gabriel Lucas. Borja Insa decidió maridarlo con un cóctel con un toque dulzón con presencia de whisky, puré de judía roja dulce, un té con un punto de arroz tostado y una parte cítrica. "Creo que encaja estupendamente con este gran vino", sentenció.

Para el postre se sirvió un riesling auslese, de vendimia tardía y con azúcar residual, "naturalmente dulce", explicó Gabriel Lucas, con el que M. Otero puso el colofón a la velada con un cóctel aterciopelado.

En general, la sensación que quedó entre los invitados fue de sorpresa, riesgo y diversión. El equipo de La Tuerta Funky Castizo resumió la experiencia como "un sueño hecho realidad" que desde ya mismo se puede disfrutar en su carta.

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