Emocionado relevo en el bar Fausto, un clásico del vermuteo zaragozano

Manuel Frago y Encarna Pirés se despidieron este domingo invitando a sus clientes tras 28 años de andadura.

Manuel Frago, Encarna Pirés, Eduardo López y María Serrano, en la barra de Fausto.
Manuel Frago, Encarna Pirés, Eduardo López y María Serrano, en la barra de Fausto.
Alejandro Toquero

El bar Fausto, un clásico del vermuteo zaragozano, lleva abierto alrededor de 80 años. Ni sus dueños, Manuel Frago y Encarna Pirés, tienen claro si ha llegado o los ha superado. Lo que sí saben es que su etapa en Fausto ha concluido. Se jubilan. Este domingo ha sido el último de su trayectoria de 28 años al frente del negocio.

La despedida, por supuesto, ha sido por todo lo alto. La clientela fija del barrio Jesús, donde se ubica, pero también del resto de Zaragoza, ha desbordado todas las previsiones ofreciendo a Manolo y a Encarna el mejor regalo que podían recibir: su cariño.

“Nos sentimos muy agradecidos –cuenta Encarna–; me da pena dejarlo, sobre todo por los clientes, que son como una gran familia, vienen de barrios muy alejados y entre todos nos hemos cuidado y apoyado”.

El patio interior de Fausto le ha dado mucha vida al bar.
El patio interior de Fausto le ha dado mucha vida al bar.
Alejandro Toquero

En la despedida han influido, sobre todo, problemas de salud. De hecho, Manolo ya llevaba un tiempo jubilado al margen del tráfico diario de tapas, vino y vermú. Eso sí, acudía a diario a Fausto a ejercer de relaciones públicas al otro lado de la barra.

La pareja invitó el domingo a todos los buenos clientes y amigos que se acercaron al bar. Literalmente, se vieron desbordados. Por última vez, en Fausto se disfrutó de las anchoas que con tanta delicadeza ha limpiado Encarna desde hace casi 30 años. “Este trabajo no tiene muchos secretos: una buena materia prima y acariciar la anchoa par que no se rompa”.

Encarna enseña a María cómo limpiar bien las anchoas.
Encarna enseña a María cómo limpiar bien las anchoas.
Alejandro Toquero

Este es el consejo que le ha trasladado a María Serrano. Ella toma el relevo en la cocina y desde hace unas semanas practica a diario con las anchoas. “Creo que las dejo muy bien, pero todavía me falta rapidez”. Desde luego, la va a necesitar porque sacar brillo a más de mil a la semana no es una tarea sencilla.

Lo más importante, en cualquier caso, es que María está contenta con el trabajo. “Entras a Fausto y hay una energía que pocos bares tienen; da igual cómo seas o lo que pienses, aquí se respira muy buen ambiente”.

Encarna y Manolo se despiden tras 28 años de trabajo.
Encarna y Manolo se despiden tras 28 años de trabajo.
Alejandro Toquero

La nueva cocinera llega a esta tasca de la mano de su pareja, Eduardo López, que lleva cuatro años trabajando de camarero. Los dos cogen el relevo y, de momento, no piensan contar con nadie más. “Lo primero es adaptarnos al ritmo del bar y luego ya se verá si incorporamos alguna novedad”, comentan.

Desde luego, lo que no van a faltar son anchoas, croquetas –especialmente la de vinagrillos, que es la más popular– y calamares. Este último bocado lo seguirán ofreciendo como hasta ahora, de viernes a domingo. Su idea es continuar con la pauta de trabajo anterior. “Siempre lo hemos tenido claro: emplear el producto lo más fresco posible; por eso, el calamar, que se deteriora enseguida, solo lo teníamos esos días, para limpiarlo en condiciones y hasta que se acababa”, asegura Manolo.

Encarna y Manolo se despiden tras 28 años de trabajo.
Encarna y Manolo se despiden tras 28 años de trabajo.
Alejandro Toquero

En fin, que en Fausto el microondas es una herramienta que apenas se utiliza. Si acaso, para calentar el langostino rebozado con almendra y tocino ibérico que se sirve en un vasito con queso. Y más que nada, para que el queso se atempere un poco.

Este lunes es el día del relevo definitivo, aunque a buen seguro que Manolo y Encarna seguirán acudiendo muchos más de visita. Desde luego, tienen una cita pendiente para ofrecer el último detalle del traspaso de poderes: la revelación del secreto de la masa de la tempura de los calamares, que Encarna ha guardado celosamente hasta el momento del adiós definitivo.

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