gastronomía

Todo está inventado: Chefexprés, la empresa zaragozana que en 1990 anticipó el 'delivery'

El empresario José Luis Yzuel puso en marcha un servicio que llegaron a emplear más de 11.000 vecinos de la capital aragonesa.

Las maletas de reparto de Chefexprés también fueron un 'invento' de José Luis Yzuel.
Las maletas de reparto de Chefexprés también fueron un 'invento' de José Luis Yzuel.
HERALDO

El empresario José Luis Yzuel todavía recita de carrerilla el teléfono de Chefexprés, una de sus apuestas más arriesgadas y rompedoras: "Era el 44-66-66, muy fácil de recordar". Seis números, nada de prefijo, ya que la iniciativa echó a rodar en 1990 y cesó de actividad en 1997, un momento en el que la comida para llevar era cosa de pizzerías y, como mucho, restaurantes chinos. Por eso su planteamiento de entregar almuerzos y cenas de calidad en la puerta del cliente rompió los esquemas del mercado. Y lo hizo desde la ciudad de Zaragoza.

Chefexprés fue, de alguna forma, el predecesor de las plataformas de 'delivery' que ahora abundan en España y que lo mismo te acercan una hamburguesa que una ensalada ilustrada o un plato de tallarines. "Nosotros lo que buscábamos con aquella empresa era satisfacer las demandas de una sociedad cambiante, con menos tiempo, pero que quería comer bien. También acercar comida de restaurante a personas mayores o que no podían salir de casa", cuenta Yzuel, hoy portavoz del colectivo hostelero a nivel nacional.

El negocio tenía como base de operaciones una oficina -en la que varios operadores atendían el teléfono a turnos- y la cocina del restaurante Náutico (hoy Tres Mares). "La instalación, entonces, estaba muy relacionada con el verano. Así que buscamos este enfoque para poder explotarla durante todo el año", razona el sariñenense. La carta, que estaba amarrada con un imán en la puerta de miles de neveras, era larga e incluía elaboraciones al momento (nada de precocinados) de todo tipo: platos de pasta, ensaladas, carnes, gratinados... Todas las recetas habituales en cualquier restaurante en la década de los 90 estaban en la mesa en un plazo medio de 35 minutos. Nada mal para tratarse de comida recién hecha.

Una de las mayores complejidades del negocio, que tuvo unos años verdaderamente florecientes, fue encontrar una flota de moteros apropiada. "Nos costó encontrar el perfil adecuado. Primero contratamos a chavales de 18 años, sin experiencia, que no estaban preparados ni acostumbrados a tratar con el cliente. Luego recurrimos a profesionales del sector del transporte y, finalmente, acabamos buscando universitarios que estuviesen bien educados y tuvieran ganas de trabajar", explica Yzuel, que asistió a un rápido despegue del que se conocía como 'restaurante sobre ruedas'.

"Entre los usuarios más frecuentes se encontraba un jovencísimo Enrique Bunbury, al que no le pesaba en absoluto invitar a sus amigos a cenar"

Los repartidores viajaban a domicilios de clientes de distintos perfiles: jóvenes, de mediana edad... pero sobre todo iban a casas de jubilados. Hasta 11.000 vecinos de la capital aragonesa llegaron a usar el servicio, que funcionaba durante unas horas determinadas del día, de 13.00 a 16.00 y de 20.00 a 23.30. Y entre los usuarios más frecuentes, recuerda el empresario, se encontraba un jovencísimo Enrique Bunbury, "al que no le pesaba en absoluto invitar a sus amigos a cenar y a tomar unas cervezas".

En la parte trasera de las motos se anclaban unas cajas muy parecidas a las que se emplean hoy día, pero que por aquel entonces aún no se habían concebido. Fueron un invento del promotor: "Lo que hicimos fue transformar unas maletas de herramientas grandes que habíamos comprado en Barcelona. Luego, tras darles una vuelta, les colocamos una estructura por dentro con una bandeja de aluminio para intentar que no pesasen. Y funcionaron muy bien".

"Compramos unas maletas grandes de herramientas y les colocamos una estructura con una bandeja de aluminio"

También en los platos termosellados en los que se envasaba la comida hubo que echar "mucha imaginación" para que las recetas llegasen en las mejores condiciones. En su interior viajaban los menús exprés (que costaba 795 pesetas a mediodía, IVA incluido, es decir, menos de 5 euros) y festivo (1.500 pesetas los fines de semana y fiestas de guardar, unos 9 euros), así como del resto de la carta. Los martes, por cierto, obsequiaban con una botella de cava a quienes hacía pedidos que superaban las 3.500 pesetas, esto es, 21 euros.

Auge, cierre y antesala de las plataformas actuales

La iniciativa funcionó muy bien durante unos años, pero en la segunda mitad de la década se encontró con un bendito problema, el despegue del restaurante Náutico, en el paseo de Echegaray y Caballero. "Aquello, entonces, acabó siendo un desmadre, se juntó mucho trabajo y no fue posible compaginar ambas actividades, que chocaban entre sí así que hubo que cerrarla", rememora Yzuel un cuarto de siglo después del último pedido que se solicitó al 44-66-66.

¿Y si Chefexprés se hubiese inventado en la década pasada, justo antes de que despegaran los Glovo, los Just Eat y los Deliveroo? ¿Tendríamos un 'entrepreneur' millonario en la capital aragonesa? "Para nada -responde tajante-. Esas plataformas todavía no se están monetizando, es todavía complicado porque se cobran grandes comisiones. El cliente tiene que entender que le corresponde hacerse cargo del 100% del envío, pero aún no estamos en ese punto".

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