garnacha week

La uva de las mil caras

El enólogo Manuel Castro condujo este miércoles una interesante cata con la garnacha como hilo conductor.

El enólogo Manuel Castro (centro), junto a Natalia Martínez y Rubén Martín, de Amontillado Winebar.
El enólogo Manuel Castro (centro), junto a Natalia Martínez y Rubén Martín, de Amontillado Winebar.
A. M. B.

Si alguien se cansa de probar vinos de garnacha es porque su olfato y su gusto están dormidos o porque no tiene quien le guíe. Para muestra, la cata maridada que el enólogo Manuel Castro -Virgen de la Sierra, Bodem y Lajas- guió este pasado miércoles en Amontillado Winebar & Tienda en el marco de la Garnacha Week. Castro alineó un quinteto variopinto, de lo más heterogéneo: un tinto más goloso que muchos rosados, una expresiva referencia de parcela, otra de cierta altura, un vino rancio de 1954 y una garnacha blanca procedente de viñedos seleccionados de la sierra de Algairén y salpicado por la uva macabeo.

Vamos, que la variedad, por mucho que pese a los quejicosos que se empeñan en colgarle la etiqueta facilona de ‘uva de moda’, tiene pasado, arraigo en el presente y camino por correr en tantas formas como los elaboradores se animen. La garnacha es la uva de las mil caras.

La primera referencia que se probó fue Chloss Terroir 2021, un tinto con una tonalidad tan clara y un retrogusto a golosina que bien podría pasar por rosado. Se trata de una elaboración natural de la bodega navarra La casa del Lúculo. Procede de uvas vendimiadas a mano y que han experimentado una agricultura 100% ecológica. El trago se acompañó de una croqueta de pimiento rojo asado y trucha. Tomó el relevo una garnacha blanca, Las Margas 2020. Manuel Castro relató el proceder de las uvas, de distintas parcelas seleccionadas de la sierra de Algairén que luego Bodem Bodegas (D. O. P. Cariñena) transforma en un refrescante blanco que «sigue desarrollándose en botella». Un vino que se demostró muy gastronómico y que fue emparejado con un salmón marinado con coco, tomate, mango y maracuyá.

Otro pase que gustó mucho fue el protagonizado por el Albada Finca Santos 2019, de Bodega Virgen de la Sierra (D. O. Calatayud). Se trata de un vino de parcela con un final potente, pero goloso y fresco, y que sorprende por su profundidad. Anduvo de la mano de un cous cous con setas, calabacín confitado y membrillo.

También tuvo una cálida acogida el Lajas Finca Peñiscal 2016 (Bodegas Lajas, en la D. O. Calatayud), una referencia complejo surgido de viñedos que brotan en suelos de pizarra especialmente cálidos. Salió a la mesa a la par que un sabroso canelón de ragout de ciervo y frutos secos.

No cabe duda de cuál fue la rareza de la jornada. Un vino rancio de garnacha correspondiente a la añada de 1954. Radicalmente expresivo y aromático por su crianza oxidativa en Villarroya de la Sierra, podría haber pasado perfectamente por un vino del Marco de Jerez. Perfecto para terminar con un postre de chocolates y frutos rojos.

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