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Pollos Elva: 50 años repartiendo pollos asados en Zaragoza

Inmaculada Anaut y Paco Villarroya mantienen la receta familiar del que fue uno de los primeros establecimientos de estas características de la ciudad.

Inmaculada Anaut y Paco Villarroya mantienen la esencia de Pollos Elva.
Inmaculada Anaut y Paco Villarroya mantienen la esencia de Pollos Elva.
C.I.

Ubicado en el 18 de la calle Fueros de Aragón de la capital aragonesa, en la zona universitaria, un local con historia, aunque de esas que a veces pasan inadvertidas. Se trata de Pollos Elva, un establecimiento que está de enhorabuena pues, este mes de noviembre ha cumplido la friolera de 50 años.

Fundado por Elva Hualde -de ahí su nombre- y Sebastián Anaut, naturales de Ruesta y Salvatierra de Escá, en Zaragoza; en la actualidad es una de sus hijas, Inmaculada Anaut (55) junto a su marido, Paco Villarroya (55) quienes regentan el negocio familiar en el que, aseguran, mantienen la misma receta familiar para preparar estos pollos asados que cada fin de semana logran crear largas filas en la calle.

Durante todo el año, tan solo de viernes a domingo, suelen vender en torno a 300 pollos. ¿La clave del éxito? En su opinión, seguir haciendo las cosas como se hacían antes. No en vano, Pollos Elva fue uno de los primeros establecimientos de estas características de la ciudad. “Mis padres llegaron aquí tras la construcción del pantano de Yesa porque se quedaron sin tierras en las que trabajar. Vinieron en busca de oportunidades”, relata Inma.

Fue gracias a un tío que residía en Mallorca como se les ocurrió la idea de montar un negocio especializado en la preparación de pollos a’last - palabra catalana que significa da nombre a la varilla metálica con una punta aguzada en la que se ensartan animales o piezas de carne para asarla mientras gira sobre sí misma: “Siempre les decía que era un negocio con futuro”.

El hecho de que su madre fuera una gran cocinera propició que en noviembre de 1971 se atrevieran a probar suerte en el mismo barrio en el que vivían. “Por aquel entonces venía mucha gente de la base americana y estudiantes de medicina. Había mucha gente extranjera, más acostumbrada a la comida preparada”, explican. Hoy se trata de un servicio mucho más popularizado.

En sus paredes descansan algunos objetos que forman parte de la historia del local, como vajilla, cubiertos y un permiso dominical otorgado el 15 de diciembre de 1971 por el Vicario General en el cual les permitían “despachar la mercancía al público en los domingos y días festivos con la condición de que se facilite a los que vayan a atender la venta el tiempo necesario para atender el Precepto Dominical”, es decir, ir a misa.

El local abre todos los días del año excepto Navidad y Año Nuevo, siempre en horario de 9.00 a 15.00. “Hemos pasado más tiempo aquí que en nuestra propia casa”, afirma Paco. De hecho, Inma pasó su infancia, junto a su hermana Elva, en el interior del asador. “Primero jugábamos y pasábamos el rato con los hijos de los otros negocios de la calle. Esto era como un pueblo y todo eran negocios familiares”, admite. Tanto ella como Paco estudiaron Filosofía en la Universidad de Zaragoza. Fue allí dónde se conocieron. “Yo venía los fines de semana para echar una mano a mis padres”, explica ella. “Yo también”, bromea él. Y así, poco a poco, protagonizaron un traspaso generacional que se materializó en el año 2011.

“Hemos actualizado el local, hecho varias reformas y mejorado la carta con recetas que siguen las tendencias actuales, pero en esencia ofrecemos lo mismo, comida hecha como antes”, afirma Paco. Él se encarga del asador, con capacidad para hasta 42 pollos, mientras que Inma prepara albóndigas o guisos “como los de la abuela”.

Hoy, en su vitrina se pueden encontrar desde judías verdes, borraja, albóndigas o pollo guisado, hasta elaboraciones especiales como las de Navidad, ccomo pavo asado relleno de fruta, la paletilla de ternasco o el bacalao. Sin embargo, los productos estrella siguen siendo los mismos que hace 50 años: el pollo asado con patatas y la ensaladilla rusa de Elva.

“Hemos visto pasar a varias generaciones de una misma familia por esta tienda. Vienen los nietos de aquellas abuelas que cada domingo se acercaban a coger el pollo asado con mi madre”, admite ella, emocionada. Del mismo modo, algunos de sus clientes han visto nacer a sus dos hijos, Beatriz y Álvaro. Ella estudiante de Farmacia y él, de Periodismo. ¿Podrían ser su relevo?: “Quién sabe. La vida da muchas vueltas. Ellos saben que esto lo tienen, pero preferimos que sigan su propio camino. Nosotros tomamos esta elección y somos felices”.

Tradición e innovación se dan la mano

Y es que haber alcanzado 50 años, sobre todo tras haber pasado la peor parte de la pandemia, no es cualquier cosa. “Estos días nuestros clientes más antiguos nos están contando cosas muy emotivas, recuerdos con mis padres, de cuando eran jóvenes. La verdad es que están siendo días muy emocionantes y estamos orgullosos de formar parte de las vidas de tantas personas”, admiten.

La pandemia les afectó, pero no tanto. “No hemos cerrado, pero recuerdo un día en el que tan solo vendimos un pollo asado”, rememora Inma. Sin embargo, durante el tiempo que los interiores de los restaurantes estuvieron cerrados, hubo muchas personas, sobre todo mayores -que suelen comer de menú del día- que se acercaron a la pollería para llevarse sus platos a casa.

El pasado 26 de noviembre, coincidiendo con el 55 cumpleaños de Inma, decidieron celebrar sendas fechas. Y, por este motivo, han creado una croqueta especial 50 aniversario, basándose en una receta familiar de ternasco con alcachofas y guisantes, y han lanzado su propia cerveza de la mano de la marca local La Malteadora. Un claro ejemplo de que, una vez más, tradición e innovación no tienen por qué ir por separado.  

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