restaurantes en Zaragoza

Un Castillo de Alepo cargado de sabor para empezar una nueva vida en Zaragoza

Una pareja siria ha abierto este restaurante en la capital aragonesa donde muestra la gastronomía de su país al tiempo que ayuda a personas necesitadas. 

Bayan Mawaldi y Ahmad Tabakh, en el comedor del restaurante El Castillo de Alepo.
Bayan Mawaldi y Ahmad Tabakh, en el comedor del restaurante El Castillo de Alepo.
Aránzazu Navarro

“Cierra los ojos y coge mi mano”. Con esta frase bien podría haber convencido el sirio Ahmad Tabakh, de 31 años, a su mujer Bayan Mawaldi, de 26, y a sus dos hijos, para escribir un nuevo pasaje de su historia personal. La confianza de tener una nueva vida trajo a Ahmad y a su familia a Zaragoza en 2017. En el camino, muchas vivencias. La más dura, la que experimentaron a los pocos meses de llegar a la capital aragonesa. Su hijo pequeño nació con un problema en el corazón y falleció en el Hospital Miguel Servet.

Lejos de sumirse en la tristeza, Ahmad y Bayan, junto a Mahmud, de siete años, decidieron emprender un proyecto ilusionante: poner en marcha el restaurante El Castillo de Alepo (c/ Juan José Rivas, 11. 611 642 323), cuyo nombre, en la inscripción de la sociedad mercantil, hace honor a su hijo menor. De alguna forma, anhelan que su recuerdo inspire e ilumine el camino que acaban de emprender.

Algunas de las recetas más representativas del restaurante El Castillo de Alepo.
Algunas de las recetas más representativas del restaurante El Castillo de Alepo.
Aránzazu Navarro

En este trayecto, la máxima aspiración de esta pareja trabajadora, ilusionada y comprometida, es contribuir con alguna causa justa y ayudar a los demás. En el futuro, cuando su Castillo de Alepo tenga unos sólidos cimientos, quieren que sea “una especie de comedor social para todo aquel que lo necesite”.

Mientras ese día llega, su mayor inquietud pasa por ofrecer buenos productos de su país, Siria, alrededor de una atención amable y cercana. Con esta combinación buscan que el sabor de sus platos haga viajar a los comensales a la maravillosa ciudad de Alepo, donde se encuentra uno de los palacios medievales más impresionantes del mundo.

Los postres son típicos de la cultura gastronómica árabe.
Los postres son típicos de la cultura gastronómica árabe.
Aránzazu Navarro

Este es parte del contenido de la mochila que llevan a sus espaldas, cargada de duros momentos pero también de ilusión. El restaurante es un buen ejemplo. Lo alquilaron en mayo y en agosto abrió sus puertas. Ahmad trabajó en Líbano haciendo reformas, así que los detalles de la nueva decoración son suyos. “Hemos tenido que hacer una inversión importante porque prácticamente no había nada”, asegura Bayan.

Lo más importante del nuevo negocio es que los dos conocen bien los secretos de la cocina siria. Ella, por haberla practicado en casa, y él, por haber trabajado de cocinero en Líbano unos cuantos años. Su intención es ir dando pasos poco a poco. El siguiente, contratar a un camarero para que la comunicación con la clientela sea más fluida, ya que todavía les cuesta manejarse en castellano.

El comedor de El Castillo de Alepo es muy amplio.
El comedor de El Castillo de Alepo es muy amplio.
Aránzazu Navarro

Su particular Castillo de Alepo es grande, algo que va bien en este tiempo de pandemia y de distancias de seguridad entre comensales. Además, están gestionando la terraza que esperan abrir en breve. “Todo el mundo me dice que es un local muy amplio –cuenta Ahmad–, pero a mí me gustó, creo que tiene muchas posibilidades; nuestra ilusión es que nos permita vivir del trabajo y no de las ayudas, y que en un futuro inmediato nuestras familias puedan venir a España”.

A la mesa, el colorido de las recetas impresiona. ´Comida siria de Alepo`. Es su lema y, la barbacoa, su especialidad. El plato especial de la casa es un buen resumen del recetario. Incluye carne picada, shish tauque (pechuga de pollo, patata, ensalada, crema de ajo y hummus), tacos de carne, alitas de pollo y arroz. Un plato combinado en toda regla con el punto especiado justo que evoca la cultura gastronómica árabe sin sobresaltos.

Bayan y Ahmad, junto a su amigo Musaab, que algunas veces les ayuda en el restaurante.
Bayan y Ahmad, junto a su amigo Musaab, que algunas veces les ayuda en el restaurante.
Aránzazu Navarro

El kebeh al horno o frito (bolas de carne picada con cebolla, burghul, frutos secos y crema de yogur) es otro de los bocados que, sí o sí, hay que probar. La carta también incluye clásicos como falafel (croquetas de garbanzo), warak enaab (hojas de parra rellenas de arroz y especias) o una pizza que lleva el nombre del restaurante y está elaborada con pechuga de pollo, setas, maíz y crema de ajos.

Por supuesto, la visita hay que completarla con el rico muestrario de postres sirios, entre los que destacan la baklawa; la mahalabeva, que incorpora pistachos de Alepo, o la sugerente mezcla de cacao y coco de la korat elabid.

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