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Los caramelos que han saboreado varias generaciones

Las violetas, los adoquines o las piruletas con forma de corazón son algunos de los dulces han degustado padres e hijos con décadas de diferencia.

Caramelos de la infancia de varias generaciones.
Caramelos de la infancia de varias generaciones.
Heraldo.es

Se compraban con pesetas y ahora con euros. Hasta un cambio de moneda han resistido algunos dulces cuyo sabor ha pasado del paladar a la memoria de los más nostálgicos y lamineros. La ruina de muchas pagas han sido -y son- estos caramelos. En la actualidad todavía se pueden encontrar en algunas tiendas de Aragón. Los que ahora ya lucen canas se quedan parados mirando los escaparates de estos comercios, históricos en la mayoría de los casos, y en el reflejo no se ven señores, sino los niños que fueron en su momento.

Algunos de los caramelos que han sobrevivido varias generaciones

Caramelos de La Violeta.

Violetas

Un sabor característico, al igual que el aroma que desprenden las cajas cuando se abren. Se trata de las violetas, unas pequeñas florecillas moradas. La empresa que las fabrica fue fundada en 1915 por Mariano Gil y Pilar Temiño, en la plaza de Canalejas de Madrid. Según la empresa, La Violeta, el negocio ha permanecido en el mismo lugar desde que se fundó y en la actualidad está al frente la tercer generación de la familia.

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Caramelos aragoneses dulces, robustos y tozudos.

Adoquines

De ser los elementos que formaban las calzadas a convertirse en uno de los dulces iconos de Aragón. El origen de este caramelo, que ya roza la línea del ‘souvenir’, se encuentra en Calatayud a finales de la década de los años 20, según menciona la Gran Enciclopedia Aragonesa. En esta obra también se apunta que fueron inventados por Manuel Caro. Saben, entretienen y hasta cantan. En el papel que las envuelve se descubren coplas, algunas más picaronas que otras, pero la mayoría hacen desprender una carcajada, si el caramelo deja despegar los dientes.

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Snipe Nata.

Snipe Nata

Cuando se retira el papel azul y brillante se descubren unos pequeños ladrillitos blandos y de color blanco con cierto toque lácteo, apuntan algunos paladares. Son unos caramelos masticables de la marca Damel que han resistido al paso de los años -hay quien dice que tiene medio siglo ya- en las tiendas de dulces… y en algún bolsillo perdida. ¡Qué pegajosa una nata en el bolsillo!

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Caramelos con figuras de frutas en su interior.

Caramelos de frutas

Muy coloridos y de formas repetitivas. La mayoría de estos caramelos son redondos y en su interior los triángulos que surgen imitan a los gajos de ciertos cítricos. También los hay que recuerdan a cerezas. Estos caramelos se elaboran de una forma muy tradicional, formando un largo cilindro y cortando los caramelos como si se tratase de rodajas, con secos golpecitos. 

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La piruleta de cereza.

Piruletas de corazón

"Caramelo con palo en forma de corazón sabor cereza", así lo define Fiesta, la marca que la comercializa. El sabor de la cereza endulza y el color de la piruleta tiñe la lengua de rojo. Al final, cuando el caramelo se termina se llega al palo, de papel. Al menos hace unas décadas, era un recurrente antídoto para los lloros tras una vacuna o como aliciente para dejar de fumar. 

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Nubes, otra laminera opción.

Nubes

Blandas y recubiertas por un polvillo. Así son las nubes, tan apreciadas por unos y la última opción para otros. Normalmente tienen forma de cilindro, pero también las hay en espiral, como columnas salomónicas. Su color más usual es el rosa, aunque no faltaban las de colores. Algo muy típico: tostarlas con un mechero antes de comerlas.

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