Historia, presente y mañana del Grupo Faustino

Las bodegas Faustino y Campillo, en La Rioja, y Portia, del arquitecto Norman Foster, en Ribera de Duero, muestran la evolución de uno de los mayores exportadores de vino de España.

Escultura de Willy Ramos en Bodegas Portia.
Escultura de Willy Ramos en Bodegas Portia.
A. Toquero

Faustino, con más de 150 años de historia, es uno de los grupos bodegueros riojanos más emblemáticos; un icono en el mundo del vino, líder en la elaboración y exportación de reservas y grandes reservas.  Su pasado, su presente y su futuro se resumen en siete bodegas, ubicadas en cinco denominaciones de origen españolas. Pero para hacerse una idea de cómo ha evolucionado el grupo, con visitar tres de ellas es suficiente. Conocer Bodegas Faustino y Campillo, en La Rioja, y Portia, en Ribera del Duero, es un argumento enoturístico de primer nivel, adaptado a inquietudes que van más allá de las vitivinícolas.

Desde Aragón es una ruta intensa para hacer en el día, pero se puede, aunque lo recomendable es dedicar un fin de semana. Las dos primeras paradas están muy cerca de Logroño, pero para la tercera, Portia, casi hay que llegar hasta Aranda de Duero (Burgos).

En Oyón, en la Rioja Alta Alavesa, empezó todo. Allí puso la primera semilla del grupo Eleuterio Martínez en 1861. En su término municipal está Bodegas Faustino. No sugiere gran cosa vista desde fuera. Se construyó como tantas otras, con la idea de hacer una ‘fábrica’ de vino. Su encanto está en el interior, en esas añadas de Faustino I Gran Reserva de 1955, 1964, 1970, 1994, 2001 y 2005 elaboradas con las variedades de uva tempranillo, graciano y mazuelo. Solo de este vino se han vendido 76 millones de botellas y las diferentes marcas están presentes en 106 países. Números que marean. Por no hablar de los mil millones de botellas del grupo comercializadas internacionalmente. Poniéndolas todas juntas dan más de siete veces la vuelta al mundo. Todo eso se respira paseando por su interior, conociendo el pequeño museo e impregnándose del aroma a vino entre sus barricas. Contemplar las pilas de botellas colocadas a mano o acercarse a los nichos de los clientes, entre los que se encuentran la Casa Real o el torero José Tomás, ayudan a completar el círculo de una visita evocadora.

Muy cerca, en Laguardia (Álava), se encuentra Campillo, una bodega nacida de un sueño, el que tuvo Julio Faustino Martínez, que le llevó a plasmar sus dos grandes pasiones: el vino y la arquitectura. Fue la primera diseñada por un arquitecto como un proyecto único, aunando la belleza formal del edificio con las técnicas de elaboración y crianza de vino.

Está construida como si fuese un 'château' bordelés, en el centro de una finca y rodeada por 50 hectáreas de viñedos. Y de fondo, enmarcando este idílico escenario, la Sierra Cantabria y el monumental pueblo de Laguardia.  Tras subir la escalinata de pizarra se llega a la entrada, a un pórtico con siete arcos de medio punto, voladizos de madera y sillería. En el interior no se pierden el carácter tradicional del grupo ni su sobriedad, que se conjugan con detalles modernos.

Pero el material que predomina es la madera. En la gran nave de crianza, su techo es como la quilla de un barco pero dada la vuelta. El impresionante armazón sobrevuela sobre la cabeza del visitante, que tiene la sensación de estar navegando a bordo de un gran buque cargado de barricas. De alguna forma, simboliza el espíritu exportador del Grupo Faustino.

En Ribera de Duero

Desde Laguardia a Portia hay una tirada, casi dos horas de camino. "El corazón de una flor con tres pétalos". Así describió su arquitecto, el afamado Sir Norman Foster, su proyecto, la única bodega del mundo que ha diseñado. Una estrella de tres puntas en el centro neurálgico de Ribera del Duero. Exposiciones, maridajes, cocina en vivo… La idea en Portia es que alrededor del vino sucedan cosas y eso es algo que se respira en todo momento. La bodega está enterrada y se eleva desde el subsuelo hacia el cielo. Cada punta de la estrella acoge un espacio dedicado a la elaboración del vino: los depósitos, las barricas y las botellas. Y en el centro, donde los enólogos afinan y pulen cada detalle, todos ellos conectados.

Si con Campillo se quiso plasmar la idea de una gran bodega abierta al público, el proyecto de Portia, 20 años después, fue algo así como el deseo de mostrar el agradecimiento de los propietarios a los aficionados al vino y a los millones de clientes del Grupo Faustino.

Crear una especie de santuario al que acudir y del que disfrutar con los cinco sentidos. Así lo entendió Norman Foster, que durante dos años, antes de dibujar una sola línea, se convirtió en bodeguero. Cuando lo tuvo claro, fusionó acero, madera, hormigón y vidrio para diseñar una bodega en la que arquitectura y paisaje van totalmente de la mano. Además, desde que se inauguró hace ocho años, el arte contemporáneo siempre ha estado muy presente. Ahora mismo, por ejemplo, se puede visitar la exposición ´Araguaní` del artista colombiano Willy Ramos. Destaca por la singularidad, el colorido y el gran tamaño de las obras, que se distribuyen y decoran la sala de barricas y transforman la visita en un curioso maridaje de vino y arte.

Ir al suplemento de gastronomía

Comentarios
Debes estar registrado para poder visualizar los comentarios Regístrate gratis Iniciar sesión