Casa Agustín se pone al día sin olvidar su vínculo cervecero

La popular tasca del barrio de las Delicias ha iniciado una nueva etapa que da continuidad a sus 113 años de historia.

Arturo Gálvez, María José Sebastián, Agustín Asso 'Cachi', Imelda Fernández y Eduardo Casamián.
Arturo Gálvez, María José Sebastián, Agustín Asso 'Cachi', Imelda Fernández y Eduardo Casamián.
A. T.

Casa Agustín, un clásico del barrio de las Delicias, cerró el día de San Valero una etapa de su ya dilatada historia, que se remonta a 1905. El 29 de enero, Juan Alba y Miguel Cuevas salieron de detrás de la barra, poniendo fin a 35 años de trabajo, y le dieron el relevo a María José Sebastián y Eduardo Casamián, un matrimonio con una amplia trayectoria hostelera.

De esta forma, sin solución de continuidad, terminaba un ciclo y se iniciaba otro en esta popular tasca. Eso sí, los nuevos encargados cerraron tres días y medio para darle un lavado de cara al local y empezar la andadura en perfecto estado de revista. Han pintado las paredes, las ventanas de madera y la fachada; han puesto una pizarra de La Zaragozana y un mueble antiguo para la cafetera, pero la esencia de Casa Agustín se mantiene y eso es lo que más se agradece.

El viernes 2 de febrero por la tarde se celebró la puesta de largo. Eduardo, que ya estuvo 23 años de encargado en el negocio, hizo un llamamiento masivo a clientes de toda la vida y llegaron desde muchos lugares. Sobre todo, del barrio de las Delicias, pero también de la Base Aérea, donde trabajó el matrimonio; de La Muela, donde vive; del resto de Zaragoza e incluso de Madrid. También acudió a la cita uno de los dueños de La Zaragozana, con la que Casa Agustín mantiene un vínculo cervecero, y muchos trabajadores de esta empresa.

En la calle, como si de una gran ‘premier’ cinematográfica se tratase, se extendió la alfombra roja, y la narria de La Zaragozana hizo acto de presencia para dar brillo y colorido a la celebración. Con todos estos ingredientes, la fiesta resultó un éxito. A la misma se sumó Agustín Asso, más conocido como Cachi, propietario del local en el que trabajó junto a su padre Agustín hasta 1984. Durante la tarde comentó que fue su abuelo (otro Agustín) quien lo inauguró, pero él no quiso que su hijo, del mismo nombre, siguiera en un oficio "muy sacrificado".

Para conmemorar el inicio de la nueva andadura, María José y Eduardo tiraron la casa por la ventana. Por supuesto, se sirvió mucha cerveza, que se empapó convenientemente con curados, croquetas, montaditos, saladitos y fritos variados. O lo que es lo mismo, el picoteo clásico que es la seña de identidad de la casa. A estos argumentos hay que añadir, por supuesto, las salmueras y las patatas bravas, dos fijos en Casa Agustín.

Un rincón para el vino

Los nuevos encargados aprovecharon la cita para contar algunas de las novedades que se van a poner en marcha. Por ejemplo, detrás de la barra, en una esquina, aparece el remozado rincón del vino. Y pensando en animar la tarde de los jueves, María José comentó la idea de empezar su propio juepincho con tapas a un euro, "de momento, nosotros solos, y si se animan otros bares de la zona, estupendo".

La fiesta se alargó hasta bien entrada la noche y propició el reencuentro de viejos amigos alrededor de cañas de cerveza estupendamente tiradas. En ello insistió mucho Cachi mientras recordaba anécdotas del pasado: "Sobre Casa Agustín existía la leyenda de que La Zaragozana nos hacía una cerveza especial; nada más lejos de la realidad, el problema es que en muchos sitios no sabían servirla. Hay gente que dice que hay que tirarla de cuatro o cinco golpes, como si se estuviera escanciando, cuando lo mejor es hacerlo de una tirada y sin romper el carbónico".

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