Un gastro bar en el renovado Victoria

Este clásico deja de ser un bar al uso para reinventarse en un gastro bar que sirve tapas y raciones cocinadas al momento.

José Antonio Pérez, en primer término, junto a su equipo del Victoria Gastro Bar.
José Antonio Pérez, en primer término, junto a su equipo del Victoria Gastro Bar.
J. L. P.

En Barbastro se ha desvelado esta semana la incógnita que ha planeado en los últimos meses en torno al emblemático bar Victoria, cerrado para el asombro de muchos la pasada primavera por los anteriores propietarios. La ciudad recupera así desde el pasado miércoles uno de sus bares más queridos y más antiguos de la mano del empresario hostelero José Antonio Pérez, responsable del restaurante Flor –referencia culinaria del Alto Aragón– y de Laus–Flor en la bodega del mismo nombre.


Pérez llevado su amplia experiencia restauradora al Victoria, que deja de ser un bar al uso para reinventarse en un gastro bar que sirve tapas y raciones cocinadas al momento. El encargado de prepararlas será el joven cocinero jienense Rafael Bautista, de 25 años, con experiencia en restaurantes con estrella Michelin y que, según explica, elaborará una cocina de fusión pero con las raíces del Somontano.


El servicio de bar comienza a las 8.30 con los desayunos y almuerzos (zumos, pastas, pulgas…) a precios competitivos. A partir de las 12.00, se sirven aperitivos para el vermú. Y a las 13.15 un menú con cinco primeros y otros tantos segundos y postres a 16,50 euros. Regado con vinos del Somontano.


El fin de semana llega la oferta gastronómica estrella: 18 opciones que el cliente elegirá en la pizarra tras la barra y el chef elaborará para servir al momento en las 11 mesas con las que cuenta entre su planta calle y altillo. No admiten reservas y no faltarán los añorados calamares.


La apertura del negocio supone la creación de cuatro empleos y uno de media jornada, y la recuperación de un local emblemático para la ciudad cuya reforma ha dado mucho que hablar entre los vecinos. La arquitecta barbastrense Pilar Abad ha descubierto y potenciando los elementos originales como remates de columnas y las vigas de madera. Un decorado en blanco luminoso lleva al cliente a los años 30, cuando Cristino Larruga decidió emprender este establecimiento mítico, en el corazón del paseo del Coso, y que en 1975 continuó la familia Nasarre–Rodríguez.


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